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Entre calumnias y realidades de la economía cubana 

Uno de los pasajes más simpáticos de la genial ópera El barbero de Sevilla, de Gioacchino Rossini, es la famosa aria «La calumnia», cantada por el bajo que interpreta a Don Basilio. La música, cargada de dinamismo, acompaña la letra de Cesare Sterbini que en su traducción al castellano dice así:

«La calumnia es un vientecillo / un aura leve muy gentil / que, insensible, sutil / ligeramente, dulcemente / comienza a susurrar. / Lentamente, soterrada / en murmullos, sibilante / va resbalando, va rodando. / En la mente de la gente / se introduce con destreza, / y la cabeza y los nervios / aturden, enardecen. / De la boca va saliendo, / el desorden va creciendo. / Se hace fuerte poco a poco, / vuela ya de un lado a otro. / Como un trueno, una tempestad / que, en el centro del bosque, / agita el aire, chirría, / de horror la sangre te hiela. / Al final, se desboca y estalla, se propaga, se redobla, / y produce una explosión / como un golpe de cañón, / un terremoto, un temporal, / un tumulto general, / que hace al aire retumbar de estruendo. / Y el pobre calumniado, / envilecido, pisoteado, / flagelado por la gente, / con tan buena fortuna, revienta».

Al ministro de Propaganda de la Alemania nazi, Joseph Goebbels, se le atribuye la frase: «una mentira repetida mil veces se convierte en verdad». Ella fue pronunciada en condiciones de control absoluto de los medios de información por parte de un régimen totalitario como era el fascista. Similar control es propio de los sistemas de partido único comunista, o incluso de gobiernos autoritarios.

De hecho, los medios nazis no informaban de las sucesivas derrotas sufridas por las fuerzas hitlerianas, especialmente en el frente oriental. Por su parte, los medios de difusión soviéticos fueron cómplices de las purgas estalinistas al acusar falsamente de espías a comunistas honestos, muchos de ellos parte del núcleo que dirigió la Revolución bolchevique. Tiempo después intentaron ocultar el derribo del avión surcoreano e, incluso, en los inicios de la Perestroika y la glasnost, la explosión de Chernóbil.

Al parecer, el periódico Granma, órgano oficial del Comité Central (CC) del Partido Comunista de Cuba (PCC), ha adoptado como una de sus misiones la difusión de calumnias, la repetición de mentiras y, de paso, el ocultamiento de la verdad, con el fin de justificar los errores, omisiones y negligencias de la dirección del país en la gestión económica.

En una nueva carga contra El Toque, acusó a este medio digital de instrumento de los intereses del gobierno de Estados Unidos «para generar procesos de desestabilización económica operando desde las sombras». Además de esta falsa imputación, le atribuyen autonombrarse «regulador de las tasas de cambio del mercado ilegal de divisas en la isla», cosa que jamás he visto declarada; así como haber incorporado «en su tablita de referencias un valor para nuestra moneda nacional: a tantos pesos el peso cubano».

Lo que no reconoce el autor del artículo —publicado sin dudas en correspondencia con la línea editorial del periódico y la anuencia del Departamento Ideológico del CC del Partido—, es que las informalidades en la economía surgen precisamente por el debilitamiento de las normas formales.

Se ha repetido en múltiples oportunidades que El Toque no se inventa las cifras. A diferencia de la opacidad con que las autoridades cubanas informan sobre la economía —a contrapelo de lo establecido por el artículo 53 de la Constitución—, El Toque ha hecho pública su metodología, que no es perfecta pero que al menos permite disponer de datos sobre los mercados informales, tratando de evitar así la asimetría de la información, que es la que beneficia a grupos cercanos a los centros de toma de decisiones en cualquier lugar del mundo, e igualmente en el caso de Cuba.

Quienes tienen a su cargo los algoritmos a partir de los cuales se construye la denominada tasa representativa del mercado informal de divisas, y quienes usamos esa información para nuestros análisis, sabemos que la tasa de cambio que de allí sale no es ex ante, sino ex post. Para evitar las acusaciones de manipulación, El Toque publica las ofertas y demandas que se producen en los diversos canales de lo que el Granma llama «mercado ilegal», que sabemos pueden no haberse concretado en transacciones reales, pero es lo que hay, desafortunadamente.

Cuando la tasa representativa del mercado informal crecía aceleradamente, medios oficiales acusaban a El Toque de manipularla. Ahora, cuando la tendencia es totalmente contraria y las principales divisas —dólar en efectivo y euro—, pierden valor frente a la moneda cubana, el ataque llega motivado por la nueva situación alucinante en la economía cubana, donde, además de todas las distorsiones y desastres que padece, se añade la aparición de un mercado en el que se intercambian pesos cubanos encerrados en el «corralito bancario» decretado por el Banco Central, por pesos cubanos en efectivo, con preferencia por estos últimos.

Esto no es resultado de una maniobra de El Toque, sino motivado por una medida como la bancarización, que si bien podría ser positiva como proceso, fue adoptada con inmediatez, en modalidad úkase, y ante las condiciones de profundo subdesarrollo del sistema bancario cubano. Quienes han perdido liquidez por el acorralamiento de sus recursos en los bancos, han debido buscar efectivo, a riesgo incluso de perder dinero.

El mercado informal de divisas ha aparecido como resultado de la inexistencia de un mercado formal transparente, debido a la incapacidad del sistema financiero insular de actuar como intermediario lógico en transacciones cambiarias, que es lo normal en cualquier país. La experiencia histórica demuestra que cuando las autoridades económicas restringen el funcionamiento de los mercados formales, estos aparecen de forma subterránea y con mayores desproporciones que las previamente existentes.

Los dirigentes cubanos se han negado a asumir su responsabilidad por el fracaso de la Tarea Ordenamiento que, tras una década de «estudio», diseñaron y aplicaron mal y fue establecida en el peor momento posible, aunque por más de veinticinco años algunos economistas insistimos en el error que significaba la dolarización parcial y en la necesidad de restituir la soberanía del peso cubano en todas las transacciones domésticas.

Fue decidido un tipo de cambio fijo sobrevalorado, sin fundamento económico alguno, más allá de la persistente manía de creer que las leyes económicas pueden ser doblegadas por la voluntad política. En lugar de contrarrestar el mercado informal, que ya se había desarrollado ante la escasez de dólares estadounidenses, lo impulsaron, y a partir de ese momento se ha mantenido una tendencia imparable que muestra inmensas brechas entre el tipo oficial y el del mercado informal. Aunque esa brecha se reduzca por períodos, su tendencia es al incremento. Esto solo se frenará cuando aumenten sostenidamente la oferta de divisas y al mismo tiempo la demanda de moneda nacional, pero lograrlo implica cambios estructurales de gran calado.

Los dirigentes no han querido aceptar que es un error sobrevalorar la moneda nacional pues se deteriora la competitividad de los productos cubanos en mercados internacionales al encarecerlos; al mismo tiempo, abarata artificialmente los importados por los canales en los que rige ese tipo de cambio. No obstante, como casi todas las empresas, incluso las estatales, deben adquirir bienes o servicios ofrecidos por micros, pequeñas y medianas empresas privadas que están obligadas a operar en los mercados informales de divisas, se elevan los costos que deben afrontar, se deteriora el nivel de beneficio que toda empresa espera obtener, e incluso puede llegarse a una situación de pérdida.

También se han negado a admitir que la dolarización parcial de la economía genera distorsiones económicas, agravadas cuando la moneda nacional no es convertible plenamente, ni siquiera en el mercado doméstico. A pesar de ello, crearon y mantienen tiendas en moneda libremente convertible, en las que, por demás, ha descendido notoriamente la oferta de bienes. Las experiencias internacionales en las que ha funcionado la utilización de una moneda extranjera como dinero local, son aquellas en que dicha moneda cumple todas las funciones del dinero, con la consecuente desaparición de la moneda nacional. Una medida de esta naturaleza tiene pros y contras que motivan un análisis aparte.

La prensa nacional, y especialmente el Granma, han obviado la realización de análisis profundos sobre estos evidentes errores de política económica, y obviamente, dada la naturaleza de su subordinación, son incapaces de hacer las críticas correspondientes.

Desde hace muchos años, la información estadística que hace pública la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, es insuficiente y deficiente. Lo primero, pues no ofrece todos los datos que permitan analizar el desempeño de la economía. Lo segundo, porque algunos datos se ofrecen con años de retraso a pesar de que los cálculos se han realizado, lo que permite inferir que se están ocultando a la ciudadanía.

La deficiencia del sistema estadístico se ha hecho especialmente evidente si apreciamos, por ejemplo, que a pesar de lo notorio de que en 2022 emigraron de Cuba cientos de miles de personas —250.000 según The Guardian, 10/01/2023— el Anuario Estadístico de Cuba 2022 reportó un saldo migratorio positivo de 991 habitantes.

Entre los principales datos económicos que no se informan en los Anuarios —a diferencia de lo que ocurría en la segunda mitad de los noventa y en los primeros años del presente siglo—, me referiré especialmente a la «cuenta de capital y financiera», donde deberían estar registrados los flujos financieros, especialmente las inversiones extranjeras, directas y en cartera, y los cambios en el endeudamiento externo, así como las variaciones en las reservas internacionales.

Esta cuenta, junto a la cuenta corriente, componen la «balanza de pagos internacionales», que registra todas las transacciones que el país realiza con el exterior. La cuenta corriente, a su vez, está compuesta por la balanza comercial de bienes y servicios, la balanza de rentas del capital (intereses pagados y utilidades repatriadas) y las transferencias unilaterales (remesas y otras donaciones).

La realidad es que este importantísimo registro de transacciones externas de la economía nacional siempre ha sido publicado de forma insuficiente, porque no desagrega la información y no informa todo lo que debiera, pero además, desde hace varios años se ha hecho costumbre publicar solo los datos de los dos años anteriores al Anuario en cuestión. De esta forma, en el Anuario 2022 —publicado a cuentagotas en los últimos meses— únicamente se muestra la balanza de cuenta corriente hasta 2020. También con dos años de retraso se publica la información sobre la deuda externa de Cuba.

(Imagen: ONEI)

¿A quién se esconde la información? ¿Al pueblo, que por constitución es el soberano?

Adicionalmente, y vinculada con la balanza de pagos, tampoco se publican los datos de las reservas internacionales, las cuales se modifican al alza o a la baja en dependencia de si el saldo total de la balanza de pagos es superavitario (ingresos de divisas > egresos en divisas) o deficitario (ingresos en divisas < egresos en divisas). El nivel y tendencias de las reservas internacionales permiten analizar la situación financiera externa del país. Es obvio que la misma es fatal, y también parece evidente que por ello no se publica, con lo cual se está ocultando información a la ciudadanía en contravención de la Constitución.

(Imagen: ONEI)

Existen problemas cruciales de naturaleza social como el evidente incremento de la pobreza, el envejecimiento de la población, la sangría migratoria, las desigualdades, la situación de la juventud y de los jubilados; que deberían abordarse por investigaciones no obligadas al secreto estatal, ya que son problemas que competen a toda la sociedad y para los que se requiere de políticas públicas científicamente fundamentadas y, por tanto, de datos públicos.

Lo mismo aplica para el análisis de la situación económica. Lo que sucede es que la estadística es la evidencia, especialmente cuando ha sido recopilada con rigor, y eso sabemos que tiene implicaciones políticas y, sobre todo, permite evaluar el resultado de la gestión gubernamental.

En cuanto a los datos aportados por El Toque sobre el mercado informal, las autoridades, en lugar de acusarles falsamente de manipulación, podrían hacer algunas cosas positivas a las que hasta ahora se han resistido: reconocer que se equivocaron en la adopción de una tasa de cambio fija sobrevalorada; que erraron en la dolarización parcial de la economía que ha destruido al peso cubano; restablecer la soberanía del peso en todas las transacciones domésticas; permitir la plena convertibilidad de la moneda nacional a través de una tasa de cambio flexible en un mercado legal y transparente que no requiera del mercado informal y que incluya al sector financiero y a posibles operadores legales no bancarios; eliminar el corralito que han denominado «bancarización» y que lo único que ha logrado es incrementar la incertidumbre, además de deteriorar aún más la debilitada credibilidad en la conducción económica del país. 

Todo eso apenas sería un buen comienzo.