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Civismo y protección animal, más allá de una ley muerta

A finales del pasado mes de julio una noticia estremecía a la comunidad animalista de nuestra ciudad de Matanzas. La página oficial en Facebook de la Red de Bienestar Animal y Proyecto Sociocultural «Esperanza Atenas» compartía lo siguiente: «Con lágrimas en los ojos y sin poder escribir hacemos esta publicación. Todos conocían al Rubio, el dueño de la calle Medio, todos lo queríamos, alimentábamos y acariciábamos. Hoy se nos fue, la ehrlichia pudo más que él».

Era el Rubio uno de los perritos comunitarios más intrépidos y alegres, y nos había dicho adiós víctima de la ehrlichiosis monocítica canina, terrible enfermedad común en la población de animales errantes. Muchos decían que era un espíritu libre, un angelito que con su presencia iluminaba a todo aquel que lo veía pasearse por las calles Narváez y Milanés, o por el Centro Histórico de la urbe yumurina. Fue allí donde lo conocí hace unos años, cuando respondimos al llamado de la directora de Ediciones Vigía, Agustina Ponce, quien nos había pedido ayuda para tratarle un tumor. Luego de eso fue esterilizado y vacunado, pero nunca encontró un hogar. Como siempre decimos: la calle es dura, la calle mata.

Si bien es ampliamente usado el término perro o gato comunitario para referirse a esos a los que una comunidad alimenta y entrega cuidados básicos, es sobre todo un eufemismo para nombrar a los que no tienen un dueño o tutor. El tercer sábado de agosto se celebra el Día Internacional del Animal sin Hogar, desde que la Sociedad Internacional para los Derechos de los Animales (International Society for Animal Rights-ISAR) lo declarase con el objetivo de crear conciencia acerca del problema del abandono de mascotas y la importancia de los proyectos de acogida, promoviendo actividades para la adopción, esterilización y tenencia responsable de animales domésticos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima, por ejemplo, que existen alrededor de 300 millones de perros en el mundo, de los cuales el 70% no tiene hogar. Estas son estadísticas alarmantes y, aunque se hace complicado tener cifras más precisas, es sin dudas solo la punta del iceberg.

En febrero de 2021 se aprobó en Cuba el Decreto-Ley No.31 «De bienestar animal»,  que debe regular los principios, deberes, reglas y fines respecto al cuidado, la salud y utilización de los animales para garantizar su bienestar. A dos años de su puesta en práctica, dicho Decreto ha demostrado ser letra muerta. Hay un largo camino por recorrer que incluye no solo la educación de la población en este sentido, sino también la voluntad de hacer por parte las instituciones, administraciones locales y organizaciones gubernamentales —entre ellas el Ministerio de la Agricultura y los departamentos de Sanidad Animal en cada territorio.

Los refugios existentes en Cuba pertenecen a grupos o protectores independientes y, a pesar de que la Ley define cómo deben ser los llamados Centros de Acogida, el gobierno no ha destinado ni el tiempo ni los recursos para lograr tal objetivo.

Fenómenos como la actual crisis económica y social que atraviesa el país y el éxodo masivo de miles de personas en el último año, unidos a la falta de programas de atención a las poblaciones callejeras —entre ellos las necesarias campañas de esterilización como medio para evitar la reproducción no controlada de las hembras felinas y caninas—, han traído consigo un aumento en el número de mascotas abandonas y animales sin hogar.

A pesar de los problemas existentes, y de haber sido excluidos de la elaboración del mencionado Decreto Ley los nuevos actores sociales, más de veinte grupos de protección animal no reconocidos legalmente (CEDA, BAC, SALBA, PASOS, GAMPA, etc.) y activistas independientes, se han comprometido con la misión de salvar, rehabilitar, ofrecer atención veterinaria y acabar con la crueldad y negligencia hacia esos que no tienen voz.

Gracias al auge de las redes sociales y a la democratización que ha implicado Internet en la Isla, cada día se comparten, en diversas plataformas, historias que muestran la compleja realidad que hoy se vive en Cuba para alcanzar la protección y el bienestar animal. Estas no han sido iniciativas del Estado, sino de la sociedad civil, organizaciones cívicas cuyas protestas y peticiones han ido favoreciendo el cambio y un actuar diferente en tal sentido.

La historia del Rubio en Matanzas es lamentablemente la de otros a lo largo del país. Aún hay mucho por hacer, mucho que lograr. Cada acción positiva, cada gesto de cariño o respeto hacia un animal sin hogar nos ennoblece como seres humanos. Son tiempos convulsos, pero también tiempos de amor. Todo por ellos.

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Imagen principal: Portal Veterinaria.

Fotos: Cortesía del autor.