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Lo esencial no es tan invisible a los ojos

No cabe dudas de que el arma que mejor ha sabido blandir el gobierno en los últimos años ha sido la manipulación mediática; una manipulación contra la que dicen luchar y que los ha convertido en verdaderos maestros de la desviación del contenido relevante. Sobran los ejemplos de espacios creados a tal efecto, desde los clásicos Con Filo, La Pupila Asombrada y Palabra Precisa, hasta cada una de las emisiones de noticias. 

La idea del manipulador es clara y se basa en la tesis de que para la verdad solo existe la variante de la conveniencia, la otra es manipulada hasta lo inimaginable, de forma tal que se pueda convertir en verdadero monigote del pensamiento a todo aquel que pase unas pocas horas frente al televisor. Si el funcionamiento económico del país fuera tan efectivo como la campaña mediática, seríamos una de las economías más florecientes del mundo. 

Abundan los ejemplos del poder de desviación u omisión de datos para hacer valer la teoría de la verdad «de los de arriba». Casos tenemos de sobra, empezando por el mismo 11 de julio de 2021 que ha sido presentada como una acción vandálica en su totalidad sin que, a la fecha, se hayan admitido las penosas circunstancias que llevaron a ella, ni siquiera el hecho de que mayoritariamente fueron protestas legítimas. 

Situaciones similares se produjeron tanto el 27 de noviembre de 2020 como el 27 de enero de 2021. Tampoco se ha reconocido hasta hoy que la intervención en la casa donde estaba en huelga el grupo de San Isidro fue paralela con la orden de desalojar espacios concurridos «por motivos de salud», y no después; sin embargo, esa fue la razón ofrecida ante la irrupción en el domicilio en momentos en que no era oficial la instrucción.

Otra de las formas de manipulación es la omisión de información relevante. De no ser por las redes sociales nadie supiera acerca de la deuda ni de sus acreedores, ni de las malas decisiones concernientes al uso del presupuesto ni de otras situaciones complejas por las que atraviesa el país debido al pésimo manejo de ese asunto. Por ejemplo, es sabido al detalle que la importación de carne de pollo se mantiene estable y hasta aumenta en ciertos meses, sin embargo, a la población llega cada vez menos pollo.  Esos datos jamás son publicados por el poder, y eso también es manipulación.

El gobierno conoce la importancia de la palabra y la fuerza de los medios de comunicación. Su estrategia consiste en desviar el enfoque de lo criticado hacia un punto en que se sienta cómodo para realizar ataques manipuladores, y dejar en segundo plano la crítica recibida, lo cual acrecienta la desprotección de la ciudadanía pues no existe medio oficial que pueda oponerse a lo dictado en las altas esferas. Por tanto, el debate de lo justo en la sociedad cubana actual es huérfano. 

Para colmo, en su constante intento por aparentar poder de hallazgo o superioridad intelectual (lo cual implicaría las victorias que tanto necesitan), cada cierto tiempo acudimos a la presentación de nuevas teorías sobre la Guerra Mediática y, como el lector promedio no tiene otras fuentes de información, recibe un mensaje viciado y atemperado a los intereses del emisor y va perdiendo fuerza en sus propias conclusiones. Sucede como en el deporte: solo lidiando con los más fuertes –en este caso con ambos lados del debate— se perfecciona tu poder de análisis, pero si te codeas con el débil tu rendimiento va a bajar.

Recientemente se acudió a una teoría presentada como «Guerra Cognitiva», la cual no es otra cosa que el más reciente eslabón en la larga cadena de términos usados para seguir confundiendo a un porciento de la población que solo accede a los medios de comunicación oficiales. Visto desde el ángulo del receptor pasivo, el concepto se hace irresistiblemente atractivo y parece que estamos ante un novedoso descubrimiento, cuando se trata en verdad de una sencilla construcción de frases al estilo de la «Dictadura del Algoritmo» o la «Guerra Mediática»; es decir, una nueva manera de mostrar el mismo concepto para que parezca un victorioso descubrimiento.

Las noticias televisivas, por otro lado, también se presentan extremadamente parcializadas. En ellas existe un alto grado de triunfalismo porque lo imprescindible en las condiciones actuales es simular victorias en cualquier sector. Si leemos Granma en su versión digital, apreciaremos que las primeras informaciones versan sobre el deporte, la cultura y las artes, áreas en las que las victorias, aunque menos abundantes que en otra época, todavía se manifiestan, y solo después, aparece algún viaje a provincias del presidente o de otro funcionario en funciones de evaluación de ciertos programas. 

(Foto: EFE)

En el mundo informativo es natural que las publicaciones empujen hacia el lado de interés del presentador. Lo que no es natural, lógico, ni siquiera ético, es que no exista una contra-fuente para que uno pueda llegar a establecer su propio criterio. Pero veamos este ejemplo tomado de un discurso reciente del presidente, el día 23 de julio:

«La guerra económica, comercial y financiera de Estados Unidos —par­ticularmente su extraterritorialidad—, la crisis económica mundial y la lenta recuperación pospandemia, unidas a los impactos de conflictos bélicos, continúan siendo los principales obstáculos para la implantación de la estrategia de reanimación de la economía en el corto, mediano y largo plazos».

Es decir, el organismo encargado de gestionar el bienestar del pueblo no tiene la menor responsabilidad en las políticas económicas trazadas —o no trazadas— a raíz de la pandemia, el alza de precios y la inflación. Entre tanto, la función de los medios de información de las que se nutre la ciudadanía es divulgar esa postura de no culpa. La ruptura total con el programa de Lineamientos del 2011 parece solo adjudicable a la administración norteamericana de turno. Bajo esas reglas cualquiera puede dirigir un país: cero responsabilidad. «Solo lo positivo me es adjudicable».

El discurso del presidente Miguel Díaz-Canel resulta el más agresivo en enfatizar la ausencia de culpas por parte del gobierno. En el recién concluido primer período ordinario de sesiones de la décima legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el mandatario jamás habló de la creación de empleos ni de un plan de recuperación, algo verdaderamente imperdonable. Esa no parece ser su preocupación, su preocupación es que en Estados Unidos «el deterioro social, la brutalidad policial, la criminalidad, los asesinatos, los hechos violentos en escuelas, se acrecientan cada día más…».

¡Vaya forma de tergiversar temas de importancia ante una Asamblea! Incluso llegó a afirmar que no se imagina a Cuba sin la fuerza moral del Partido, como si el Partido fuera lo principal y Cuba resultase secundaria para el mandatario. «¡¿No me imagino a Cuba sin la fuerza moral del Partido?!». Precisamente por ello es que no puede hablar de empleos ni mejoras, porque ni él ni el Partido tienen planes certeros. Sus prioridades discursivas son el Partido y la crítica a otras sociedades.

El más reciente mensaje manipulativo en los medios nos dice que para muchos «lo más cómodo sería abandonar la batalla y seguir el camino de la rendición».  Aquí nadie se estaría rindiendo si de una buena vez aceptan sus culpas y cambian toda la estructura de gobierno que durante los últimos años no ha sabido dar respuestas adecuadas a los problemas que aparecen y, lejos de resolverlos, los agravan. Tampoco aceptan la existencia de partidos alternativos, mantienen más de un noventa por ciento de miembros en el parlamento y prefieren que la isla se desangre antes que rendir sus puestos de confort.

El mensaje persiste en la presentación de triunfos relacionados con cualquier información. En la misma Asamblea, el presidente del grupo azucarero Azcuba, Julio Andrés García, nos dice que «aun cuando no en todos los lugares se logra un aprovechamiento de las noventa y tres medidas para salvar la zafra, esas medidas, de manera general, están teniendo un impacto positivo, sobre todo en el corte manual y la eficiencia energética». ¡Aquí se habla de victorias! Acto seguido enuncia las afectaciones por el bloqueo: la falta de combustible, los cortes energéticos y la falta de financiamiento, como si el bloqueo fuese asunto de tan solo un par de años.

Las situaciones de penurias como las que sufre Cuba hoy mismo, son inaceptables en cualquier estado funcional del mundo, sin embargo, el mensaje —o la manipulación del mismo—, junto a la prohibición de un medio opositor, permiten que en pleno siglo XXI este tipo de enunciados, enteramente manipulativos, predomine y confunda a nuestros abuelos, que van siendo un veinte por ciento de la población, llegaron muy tarde a las redes sociales o no se las pueden costear y, por tanto, su nivel reflexivo quedó atrapado en una era no digital.

No es que de cada acción surja un meme o una «campaña contra el sistema», como asegura el conductor del espacio Con Filo. Lo que sucede es que cuando el jugador de algún equipo comete constantes errores va a ser abucheado por todo el público, porque de él se espera un esfuerzo «con resultados» y no solo su mejor esfuerzo. Hace mucho que el gobierno ha perdido la capacidad de conectar hasta un oportuno toque de bola, y cuando eso sucede, hasta en la liga de beisbol más mala del mundo, lo que toca es el banco