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Juan Pin Vilar: «El deterioro ético generado por el hambre y el silencio es más fuerte de lo que imaginé»

La primera y única vez que conversé personalmente con Juan Pin fue en un estudio de radio de La Habana a finales de septiembre de 2022. Por aquellos días había muerto la actriz Aurorita Basnuevo, y al recordarla habló también de su niñez, de sus padres…

El periodista, guionista y director de cine y televisión todavía no se había metamorfoseado en el hombre «cínico» que intentaron construir algunos medios oficiales un año después. De esas grabaciones que conservo he podido rescatar varias anécdotas, algunas de ellas relacionadas con Pablito Milanés.

«Mis conocimientos musicales se amplificaron en muchos sentidos gracias a Pablo. Recuerdo que llegamos a su casa alrededor de las dos o tres de la tarde y lo primero que hizo  fue ponernos música. Estuvo todo ese tiempo con nosotros, escuchándonos hablar sobre cómo veíamos la vida. Salimos a las once de la noche», me contó.

No es que Juan Pin tenga doscientos años, ni sea como uno de esos personajes de Cabrera Infante que devoraron La Habana noche tras noche, algo que tampoco dudo. Lo que pasa es que ha tenido la suerte de convivir y relacionarse con personas que, al mismo tiempo, le dieron voz y estilo a varias generaciones de cubanos, como el mismo Pablo, Santiago Feliú, Carlos Varela o Silvio, en quien reconoce una influencia intelectual que todavía, a sus sesenta años, lo desconcierta.

En las tertulias de su casa del Vedado participaban, entre otros, Jaime Sarusky, Saúl Yelín, Adolfo de Luis, Bobby Jiménez o Jimenito. Estos encuentros resultaron tan significativos que la primera actriz de cine Isabel Santos le confesó a Carlos León:

«En casa de Juan Vilar —que es la persona que me descubre y me lleva a la televisión— se reunía buena parte de los intelectuales de La Habana. Yo no sé cómo Marta y Juanito pudieron mantener ese matrimonio, si desde la mañana hasta la tarde esa casa permanecía llena de directores, actores, escritores. Recuerdo que allí conocí a Eliseo Altunaga, que me daba unas muelas tremendas; pero yo lo miraba como deslumbrada y me decía: “Como sabe este negro”. Uno en silencio, desde la esquina, se iba llenando de cosas, y creo que también esa fue una formación muy importante».

Aquella mañana de septiembre, Juan Pin me habló de José Zacarías Tallet, de Pancho Céspedes, de Ernán López-Nussa… Ya circulaba el documental Pablo Milanés, ganador del Premio «Lucía» del Festival Internacional de Cine de Gibara y producido también por Ricardo Figueredo Oliva. El país, pasado el 11J, era según él como «un matrimonio que por primera vez empezaba a contarse sus problemas».

Dos años después, obviamente, nada volvió a ser igual.  

Juan, ¿qué ha cambiado en ti, aun cuando públicamente se te ha dicho desde cínico hasta oportunista?

Me siento mejor, más seguro personal y profesionalmente. Siempre aprendo de quien me critica si está a la altura del conflicto, pero también hay mucho de superficial, ciencia ficción y vedettismo en todo esto. A veces la vanidad nos crea la ilusión de que equis cantidad de obras nos consagran como herederos de las sayuelas de las hermanas Loynaz, o de los calzoncillos de Lezama Lima. En un verso de «Memorias», Carlos Varela canta: Y cuando los discos de los Beatles / no se podían tener / los chicos descubrieron que sus padres / los escuchaban también.

Si me pongo a pensar, yo tenía siete años cuando los cuatro liverpulenses se separaron, mi papá me pelaba a la malanguita corta y las otras mujeres de mi vida eran Betty Boop o Tía Tata. ¿Vale la pena filosofar sobre estos temas en un ambiente donde el dolor es real y existe en clases, grados y dimensiones diferentes? Y no me refiero al dolor histórico, sino al dolor incurable que se origina en el mundo real.

Me ha alegrado enormemente ver que tu documental La Habana de Fito estuviera en el Havana Film Festival de Nueva York, el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires, Argentina entre otros lugares de Europa. Pero seríamos ingenuos al creer que todo lo que generó la exhibición no autorizada del documental en Cuba es un caso que pasó y punto. ¿Qué ha sucedido realmente con tu demanda?

El pasado 11 de junio fue la vista en el tribunal, un año y un día después que mi documental se transmitiera, ilegalmente, por el Canal Educativo. Frente al tribunal no pude argumentar mucho porque me explicaron que, en este tipo de procesos, la jueza pregunta exactamente lo que necesita para dictar sentencia. Tampoco aceptaron mis testigos, ni al perito, Gustavo Arcos; esto último no me extrañó, porque a Gustavo lo quieren invalidar desde hace veinte años.

Por otra parte, estoy satisfecho con la abogada que me representa. Creo que ella y el equipo que lideró comprendían bien que el tsunami que motivó la censura del documental enojó a mucha gente; y la solidaridad conmigo los enojó más.

Ahora falta que el tribunal, la jueza, cumplan lo que dictan las leyes y el sentido común: Nadie tiene derecho a apropiarse de una obra y utilizarla sin el permiso del AUTOR. No creo que exista otra manera de mirar este asunto.

A propósito, un titular de CNN en español decía: La Habana de Fito lo cambió todo. ¿No es muy exagerado afirmar eso o realmente lo crees?

Wendy Guerra escribe muy bien, domina información, y tiene un background envidiable sobre los interiores de nuestra cultura; ella misma es cultura y alta costura, notable y escasa mezcla en una sociedad como la nuestra. En cuanto al titular, no tengo nada que decir, lo leí cuando salió publicado.

Todo el mundo vio cómo a partir de aquel suceso con el documental empezó a articularse lo que es hoy la Asamblea de Cineastas Cubanos (ACC). Sin embargo, algunos dicen que ya existía otra Asamblea. Apelo a tu buena memoria y te pido que nos aclares esto, por favor.

La narrativa de mezclar las dos Asambleas nace en un escritorio. La elabora gente que saltó de leer a Umberto Eco a estudiar a Machado Ventura, casi inmediatamente después que Fidel Castro pasó a reflexionar desde la cama. A este primer grupo, se suma otro intergeneracional, relacionado directamente con el cine. La mayoría de todo este piquete desaparece inmediatamente después de que se publican las primeras votaciones internas en la Asamblea, porque los jóvenes no los votan. Aquí tienes la primera diferencia importante entre nuestra Asamblea y la anterior: nosotros decantamos los talentos por votación abierta y pública, y los más votados fueron Fernando Pérez y Luis Alberto García.

Entonces inventan las reuniones selectivas y secretas en el Comité Central, para reconocerse como manada. Todo este entramado que se desarrolla aquí en La Habana alrededor del documental, tiene su espejo en diversas comunidades de artistas cubanos en el extranjero, recuerda que el cine independiente que se hace en nuestro país depende de los fondos otorgados por las embajadas acreditadas, y controlar esos fondos es prioridad, tanto para los cineastas como para la Seguridad del Estado. Este matrimonio también es parte del contexto en que se ha desarrollado el ICAIC desde su fundación.

A pesar de esto, ha pasado un año. La Asamblea continúa siendo libre, heterogénea, fresca y generando contenidos con mucha creatividad. Ahora la nueva estrategia consiste en valerse de determinados podcasts y blogs que retoman en apariencia el debate sobre la censura o adelantan determinadas ideas sobre el futuro, pero no nos mencionan ni al documental, ni a Fito, ni a mí. Es lo de siempre: desaparecen la verdadera razón que desencadenó un proceso, para que todo se quede en la denuncia, en la catarsis.

¿Quieres un claro ejemplo? A principios de la última década del siglo pasado, nuestros cineastas encabezaron una batalla contra la censura de una película y la posible extinción del ICAIC, sin embargo, meses antes habían ocurrido la matanza de Tiananmen, la Causa 1 del 89, la invasión a Panamá y el derrumbe del socialismo real en Europa, y yo no recuerdo ninguna reunión para discutir aquello.

¿Qué cambia hoy? Pues que esta Asamblea tiene la altura intelectual y cívica de salirse del cerco gremial y apoyar nuestro derecho a expresarnos como ciudadanos, sin ser juzgados o expulsados por ello. Sencillamente, Cuba vive uno de esos momentos de su historia en que filmas la calle o la calle te filma a ti.

Has dicho que la ACC sobrevivirá y te cito: «no porque dialoguemos entre nosotros o con las instituciones y el propio gobierno, sino porque le hablemos a la Sociedad». ¿Tan convencido estás? Por ejemplo, conozco a muchos (me incluyo) que notamos, desde afuera por supuesto, cierta debilidad entre los miembros de la ACC y hasta un silencio perturbador en algunos de los personajes más visibles y evito citar nombres. ¿Lo notas también? ¿Qué pasaría si la ACC empieza a desmoronarse, como pudiera suceder?

Puede desmoronarse si no logramos que el pueblo interactúe con nosotros a través de nuestras redes sociales. Que nos interroguemos mutuamente. Lo conversé en Articulación Plebeya y lo repetí en La Joven Cuba, pero rechazaron la idea. El deterioro ético generado por el hambre y el silencio es más fuerte de lo que imaginé, por eso tantos intelectuales dicen que trabajan donde no trabajan, o que son quienes no son.

Te agrego un detallito: los productores de La Habana de Fito y yo conversamos con el ex embajador argentino en nuestro país: personaje machista y superficial con oratoria de espía, que comenzó citando una serie de artistas que están vinculados a la Asamblea, pero ninguno es cineasta y por supuesto, influyen sobre determinados disparates que me confunden.

Mira tú el sentido homenaje a En silencio ha tenido que ser que publicaron en Facebook, olvidando que los hombres y mujeres de esa historia murieron fusilados, humillados, encarcelados y alcoholizados después de caer, en desigual combate, en manos de sus amigos. Ponte a pensar en la fractura ética que simboliza esto. Es decir, la misma gente que elabora estas estrategias, es capaz de asesinar al último venado y citar de memoria a Heberto Padilla, a Leonardo Padura y a Vicente Revueltas, despidiendo el duelo.

Cuando conversamos, hace dos años, me hablaste de algunos proyectos de documentales sobre Tata Güines, de una entrevista inédita de Silvio Rodríguez con tus padres sobre lo ocurrido en el ICRT y especialmente uno sobre lo relacionado con la cultura y la política cubanas en el período 1968-1976. ¿Sigues trabajando en ello? ¿Qué podemos esperar próximamente?

Trabajo, sobre todo con las entrevistas para volver a disfrutar de la sabiduría y la amistad de esas personas.

Por último, hay una canción de Pablo donde dice: «nunca La Habana se rendirá a la miseria y la soledad». ¿Estás en la misma cuerda?

Pablo era un romántico. Imaginar La Habana del futuro es un deseo nostálgico. La ciudad que él añora ya no existe, tampoco podemos volver a edificarla. Ya era una ficción cuando convencieron a Fidel Castro de que el proyecto de Eusebio Leal traería dinero líquido. Fíjate si es así, que el legado arquitectónico de estas seis décadas lo puedo concentrar en unos pocos edificios: La Plaza Cívica (que la empezó Batista), Alamar, Coppelia, la Embajada rusa, el Combinado del Este y la Torre López-Calleja. Piensa que casi todo lo demás que fue construido, incluyendo las escuelas al campo, está hecho polvo.

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Fotos: Cortesía del entrevistado.