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La manifestación silenciosa de Jovellanos

Jovellanos, el municipio en que resido desde hace cincuenta y cuatro años, siempre fue un lugar donde eran usuales los altercados y disturbios públicos denominados «riñas tumultuarias», sobre todo en época de carnavales y otras celebraciones; sin embargo, aproximadamente a partir del 2020 los niveles delincuenciales se dispararon.

Fue apreciable por entonces una tendencia abrupta a robos con fuerza en viviendas habitadas, asaltos, homicidios con el fin de sustraer prendas, móviles, motos eléctricas y bici-taxis. Desde el 2022 esta tendencia ha continuado de manera notable, motivada indudablemente por la crisis económica y la pérdida de valores de la sociedad y, en el caso de Jovellanos, además por otra razón que expondré más adelante.

La delincuencia es una gran preocupación para los pobladores de mi localidad y del país. Yo misma fui objeto de un intento de robo en el 2022 y de un segundo intento apenas dos meses atrás; en ambas ocasiones de madrugada y mientras dormía. Poco después de este hecho, se celebró la Asamblea de rendición de cuentas del Poder Popular de mi circunscripción, y aunque casi nunca asisto a las mismas, decidí hacerlo en esta ocasión.

Después de disímiles planteamientos relacionados con la falta de alimentos, servicio eléctrico y agua; sobre el complejo tema de la bancarización, los precios, el transporte… en fin, acerca de los problemas que nos agobian, que se han venido «naturalizando» por el gobierno y que no parecen tener solución a corto, mediano o largo plazo; solicité intervenir y me fue otorgada la palabra. Mi planteamiento —que consta en acta—, estuvo relacionado específicamente con los hechos delictivos descritos anteriormente y con la ocurrencia de estos casi todas las noches, tanto en el barrio en que vivo como y en sus cercanías, sin que la Policía (PNR) logre resolverlos o se disponga a patrullar en las noches para prevenirlos. Fui enfática al resaltar la inseguridad ciudadana que nos afecta a todos y la impunidad de la delincuencia, que no se detiene porque sencillamente existe un total inmovilismo policial. 

¿Cuál creen que fue la respuesta de la persona que trataba de atender las interrogantes, quien dicho sea de paso, era una funcionaria sin un cargo de importancia, ya que «los más facultados para ello» —intendente del Gobierno o primer secretario del PCC municipal— no dan la cara? Pues según su explicación, un jefe de Sector llamado Oziel, les informó que en Jovellanos (que incluye no solo el perímetro urbano municipal, sino varios poblados y bateyes que son parte del municipio), faltaban 99 policías, que 33 de ellos estaban solicitando su licenciamiento y que los jóvenes no quieren ingresar en las filas del MININT, lo cual asombró a todos los participantes, que propusieron incluso que fueran solicitados refuerzos policiales a otras provincias.

A tan solo unas semanas de esta asamblea pública, el pasado lunes 18 de noviembre, se divulgó en las redes sociales la desaparición de mi querido alumno Jesús David Corcho Pérez, un joven de solo 23 años, que había salido de su casa a las 4:30 p.m. del domingo y nunca regresó. Fueron cuatro días de constante búsqueda por parte de la policía, que por supuesto necesitó refuerzos de familiares y amigos. El apoyo y divulgación fueron nacionales e internacionales. Las redes estaban inundadas con la triste noticia, pero el jueves 21 fue hallado su cuerpo sin vida en las cercanías del denominado «callejón de los perros», en nuestro propio municipio.

Jesús David Corcho Pérez

La indignación fue mayúscula, las personas masivamente pedimos justicia y que este horrendo crimen no quedara impune. En la noche del viernes, en el grupo de Facebook: Compra-venta en Jovellanos. Dos, alguien propuso que las personas se reunieran el sábado 23 a las 10:00 a.m. en el parque Domingo Mujica. La convocatoria era muy clara: «No llevar cartel, solo su presencia será importante».

La protesta

El sábado 23, cerca de las 10:15 a.m., arribaron poco a poco las primeras personas. En la siguiente hora, calculo que llegaron a reunirse en el parque cerca de veinte, entre mujeres de varias generaciones situadas al costado del abandonado cine «1ro de Mayo», y jóvenes amigos de Jesús David ubicados en el parque, muchos de ellos en motorinas. Nadie gritó. Nadie tocó cacerolas. Nadie portó un cartel. Era una manifestación luctuosa de gente indignada. Una protesta para pedir acción estatal en pro de la seguridad ciudadana y que este crimen sea resuelto. Muchas de las mujeres que allí estuvimos, lo hacíamos por nuestros hijos, pues a cualquiera de ellos podría ocurrirle lo que a Jesús David.

Algunos en las redes han cuestionado: ¿qué forma de manifestarse es esa, en silencio? Yo les respondo con esta frase de Jean-Paul Sartre: «Cada palabra tiene consecuencias. Cada silencio también». Dimos la cara, ahí estuvo nuestra presencia. Esta vez no fue por los apagones, y eso lo considero un paso de avance. Fue un gesto cívico, de tristeza por esa madre que perdió a su único hijo, y de denuncia ante el crecimiento de la criminalidad y la pasividad policial. No estábamos incumpliendo la ley pues se pueden hacer manifestaciones pacíficas con fines lícitos y nosotros denunciábamos la falta de seguridad ciudadana, un derecho refrendado por ley.

‌Algo sí llamó mi atención de forma particular: en lugar de policías de servicio de la PNR, que se distinguen siempre por estar uniformados, en su inmensa mayoría el parque estaba repleto de personal de civil, de Seguridad del Estado, que al parecer están  ejerciendo funciones policiales. Pude comprobar entonces que, como se nos informara en la Asamblea de Rendición de Cuentas, en el municipio prácticamente no hay policías. ¿De qué modo van a combatir la delincuencia imperante en Jovellanos?

En algún momento durante las poco más de dos horas que estuvimos allí, un carro patrullero le dio la vuelta al parque. Ese mismo es el que debiera patrullar en las noches para prevenir actos vandálicos; pero evidentemente a las autoridades del municipio, y del país, les preocupa más velar por su seguridad ante una protesta, por pacífica que sea, que por la seguridad ciudadana, a pesar de que aseveran que esa es su función social.