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Me da la gana

¿Acaso se trae la luz para ponerla... debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a la luz.

S.Marcos 4-21

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Hace unos días leí una especie de crítica a ciertos escritores que se dedican a narrar anécdotas locales, donde incluyen incluso a vecinos. Según el crítico, quienes así actúan «se creen intelectuales y no concentran su atención en los acontecimientos mundiales, porque eso sí constituye lo verdaderamente importante». Ese era el mensaje esencial que interpreté, apoyado además por sus acólitos. Cuando terminé de leer su diatriba, me remonté a esos versos de Santa Teresa de Jesús: Nada te turbe/ nada te espante,/ todo se pasa,/ Dios no se muda;/ la paciencia/ todo lo alcanza.

La afirmación hecha por el autoproclamado «verdadero pensador», desconoce que junto a las obras generales y abarcadoras, existe también una especialidad en la ciencia que, según Pierre Bourdieu, muchas veces incomoda: la Sociología, la cual se dedica —entre múltiples objetivos—, a analizar lo singular, lo específico, la vida cotidiana. Existe una macro, pero también una micro-sociología. Y ahí, en esa perspectiva entre el «yo» y la sociedad, se analiza la interacción entre las personas. Así que estamos hablando de dos visiones diferentes de análisis de la realidad, válidas ambas.

No obstante el hecho de hacer esa crítica pedante y admitir solo una postura de conocimiento, demuestra en definitiva que el dolor de ese señor es de maniquí respecto a su propio pueblo, pues el sufrimiento al que este último ha sido condenado por un grupo de poder inamovible, ha puesto en marcha en la actualidad procesos reflexivos diferentes en el orden interno.

Tan importante es el estudio de las consecuencias de la inteligencia artificial, como que la destacada y querida artista Paula Alí haya sido maltratada por una vecina; tan importantes son las guerras de otros países, como nuestra propia guerra, en la que han muerto miles de cubanos en tránsito desesperado hacia otras regiones, en los salones de un hospital, en las cárceles, en las camas del Centro de Protección Social Las Guásimas, para los llamados «deambulantes»;  tan importante es el hambre de cualquier país, llámese Argentina, Guatemala, Haití... como la que existe en nuestro suelo; tanta importancia tiene la lucha que lleva a cabo María Corina Machado en Venezuela para restablecer la democracia, como la que desarrollan compatriotas nuestros para restablecerla en esta Isla. Tanta importancia tiene Ser y tiempo, de Martin Heidegguer, como Indagación del choteo, del representante de la fenomenología en Cuba, Jorge Mañach, quien abrió desde las ciencias sociales una manera de ver nuestra identidad.

Una de nuestras grandes pintoras, Antonia Eiriz (1929-1995), tuvo la virtud de ser una cronista de su tiempo a través de su obra, en ella podemos encontrar su valiosa y magnífica Una tribuna para la paz democrática, como el ensamblaje El vendedor de periódicos,  pieza que mejor expresa su vínculo con la vertiente popular. Me gusta mucho este poema de Roberto Fernández Retamar: Felices los normales, esos seres extraños./ Los que no tuvieron una madre loca, un padre/ borracho, un hijo delincuente,/ Una casa en ninguna parte, una enfermedad/ desconocida,/... los satisfechos, los gordos, los lindos/ ... los delicados, los sensatos, los finos /...

En lo particular —y para gustos, colores—  soy de esas personas que prefieren apuntar a lo minúsculo, lo leve inmenso, lo pequeño, lo aparentemente insignificante. Si me pidieran explicar la razón de tal preferencia, respondería como una vez lo hizo el poeta Juan Clemente Zenea: me da la gana.