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Represión gubernamental en Cuba, mejor no apartes la vista

Al igual que la basura en las calles de nuestras ciudades y pueblos, en Cuba crece continuamente la represión gubernamental. Mientras la Seguridad del Estado acosa y extorsiona a voces críticas —periodistas, activistas, familiares de presos políticos y ciudadanos en general—, los cubanos nos hundimos en una profunda miseria material sin que el gobierno muestre evidencias de poder revertir tal situación.

Ambos elementos —la represión descontrolada y la ausencia de una gestión eficiente de lo público— son caras de la misma moneda: un sistema agotado, corrupto y visceralmente antidemocrático, que al carecer de argumentos políticos y de una fuerte base social que lo sustente, teme al «látigo enguantado» de la prensa y las redes sociales porque son las ventanas que muestran esa realidad.

Ante ello, el gobierno es incapaz de tolerar cualquier ejercicio de pensamiento independiente. «¿Por qué temen tanto a la palabra abierta?», preguntaba el poeta Bertolt Brecht refiriéndose a los burócratas y militares del Tercer Reich alemán. Temen precisamente porque saben que les falta razón: piden sacrificios que ellos mismos no practican en nombre de una Revolución que no existe y de un «socialismo» que es cada vez más parecido a lo peor del capitalismo latinoamericano.

¿Por qué gastan el dinero del pueblo en motos y gasolina para que los agentes de Seguridad del Estado recorran el país tras sus presas, mientras no hay ambulancias para trasladar a los enfermos ni carros fúnebres para enterrar a los muertos? ¿Por qué a la policía no le faltan las perseguidoras nuevas para vigilar barrios donde no hay un solo camión que recoja la basura? Desgraciado el pueblo a cuyo gobierno le importe más mantener engrasado el aparato represivo y levantar hoteles desocupados, que velar por el bienestar de sus ciudadanos y construir escuelas y hospitales.

No obstante, si de algo han servido las sucesivas oleadas represivas de los últimos tiempos es para demostrar que todos los cubanos son potenciales «enemigos del Estado». No es preciso criticar siquiera al presidente, al Partido o a cualquier dirigente; son considerados subversivos —y por tanto, objeto de represión— quienes hablen críticamente acerca de creación musical, feminicidios, derechos LGBTIQ+, cuestiones medioambientales, protección animal, etc.

El conflicto en Cuba no es entre la izquierda y la derecha; tampoco entre un gobierno y pueblo dignos que resisten y una política exterior de Estados Unidos que agrede. El enfrentamiento que desangra la Isla y que está en la raíz de casi todos sus males es el que se libra entre una clase burocrático-militar afincada al poder y una ciudadanía sin recursos ni mecanismos democráticos para decidir sobre sí misma. Eso explica que cualquier ejercicio de la crítica sea considerado una amenaza a la estabilidad del sistema.

El Movimiento San Isidro, las Damas de Blanco, José Daniel Ferrer, los manifestantes del 11J, Luis Manuel Otero Alcántara, Maykel Osorbo, Alina Bárbara López Hernández, Jorge Fernández Era, Jenny Pantoja, la revista AM:PM, los periodistas de medios independientes, los familiares de presos políticos; todos, pese a sus diferencias, de alguna manera han amenazado al poder de una clase que prospera en la opacidad y el autoritarismo, son por eso enemigos del Estado.

La Junta Directiva de CubaXCuba denuncia las prácticas represivas de la policía política —que incluyen acoso, violencia psicológica y física, extorsión— que numerosos compatriotas y colegas de la prensa alternativa han sufrido, y se solidariza con ellos.

Que nadie piense que la condición de «enemigo del Estado» se borrará por guardar silencio. No hay un solo cubano dentro de Cuba que pueda estar seguro de que un día no será víctima de la represión. Confiados en que solo la unidad en la diversidad nos hará fuertes, hacemos nuestro el llamado de Brecht:

Tú que sentado en la proa del bote

Ves la grieta abierta en nuestro extremo,

Mejor no apartes la vista:

Tampoco estás a salvo de la muerte.