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Cruzadas

—Estuvo acertada Arleen cuando anunció al inicio de la Mesa Redonda: «Va a ser interesante desde el primer minuto».

—¿Lo fue?

—Claro que sí. Fueron analizados dos decretos y once resoluciones que reordenan el trabajo no estatal. Casi nada. Pero las nuevas normas «no necesariamente son una aplicación de restricciones o prohibiciones, como algunos las han presentado».

—¿«No necesariamente»? ¿Así se dijo? Es una prueba de que ni ellos mismos están convencidos de que no lo sean. Por eso le temen tanto a la palabra «cruzadas» cuando se utiliza para definir las periódicas batallas contra cualquier resquicio capitalista en la economía.

—Como si la macroeconomía se salvara de ello. Los poco transparentes negocios que se hacen desde arriba no conllevan restricción alguna.

—La gente no está preparada para comprenderlos. Como decía Fidel: «Se observan todavía ciertas debilidades ideológicas en nuestras masas, cierta falta de suficiente educación política, cierta falta de instrucción política». Es muy difícil darse cuenta del inmenso bien que nos hará a largo plazo la construcción de lujosos hoteles, campos de golf, cotos de caza, caballerizas, vallas de gallos…

—A diferencia de las Cruzadas, que fueron ocho entre 1095 y 1291, y que coincidentemente se propusieron recuperar para la cristiandad los lugares «sagrados», las expediciones nuestras para rectificar distorsiones o tendencias negativas no tienen para cuando parar.

—Hoy puede ser un error lo que hicimos ayer, y mañana amanecer con que el error fue no darse cuenta de lo bien que actuamos en el pasado.

—¿De qué hablas si no viste la Mesa Redonda? Te hubieras enterado, por boca del ministro de Economía y Planificación, de que «la reanimación de la economía ha sido lenta».

—Ah, porque nuestra economía se reanima. Imagino que la planificación también.

—Exacto. Te pongo un ejemplo: hay gente que piensa que comemos menos huevos por el hecho de que el plazo de abastecimiento en las bodegas se ha extendido a dos o tres meses. Eso es puro tecnicismo. Lo importante es que la cuota se mantenga en cinco unidades por persona. Y no se dijo en la Mesa Redonda, es una conclusión mía.

—Ahí te doy la razón. Los que se ponen a cuestionar que si un mes no llegan las posturas y el otro tampoco, mañana señalarán que muy pronto desaparecerán de nuestras despensas.

—Menos mal que existen las Mesas Redondas, sobre todo esta, que aclara muchas cosas. Ya había personas diciendo que iban a ser eliminadas las mipymes.

—No hay que hacerles caso. Recuerdo cuando en 1968 se regó que iban a racionarse los huevos.

—Cuando aquello a la cruzada se le llamó «ofensiva revolucionaria».

—Fueron tiempos en que nos caracterizamos por «disponer de un inmenso número de sabios de café con leche».

—Por suerte ya no los tenemos. Los sabios digo.

—Cuando aquello hubo que tomar medidas contra «una verdadera nata de privilegiados que medra del trabajo de los demás y vive considerablemente mejor que los demás, viendo trabajar a los demás. Holgazanes en perfectas condiciones físicas que montan un timbiriche, un negocito cualquiera».

—Para suerte nuestra, y como dijo el ministro de Economía, «toda la conducción del Gobierno, de la economía, siempre se hace oyendo la opinión del pueblo. Esta Revolución se hizo para el pueblo, por el pueblo y con el pueblo. Y el pueblo nunca falla en sus conceptos generales de lo que quiere. El Poder Popular se llama así: es el pueblo quien manda».

—Qué profundo. Parece la proclamación del carácter socialista, parte dos.

—Más adelante afirmó que se descentraliza la aprobación de las micro, pequeñas y medianas empresas y de las cooperativas no agropecuarias «para que no sea una decisión unipersonal de nadie».

—Ah, ¿qué le pasa? ¿Cuándo en este país se han tomado decisiones unipersonales?

***

Caricatura: Wimar Verdecia / CXC.