CubaxCuba

View Original

Cuentas

—Sospechoso que a propósito del actual proceso de Asambleas de Rendición de Cuentas, y precisamente cuando el «Poder Popular» cumple cincuenta años, se hable de «los retos de dialogar con el pueblo».

—Para el Gobierno, más que un reto, significa un desafío, un duelo. Dialogar en el ámbito internacional le es apremiante, pero hacerlo con el pueblo no es su fuerte.

—Para eso están los delegados.

—Reunirse una vez cada equis años para decir exactamente lo mismo es un ejercicio de poder.

—Poder el de Arroyo Naranjo. No faltaron audio, sillas, luces y cámaras de televisión, con «masiva asistencia de los vecinos». No querían perderse la presencia de Lazo.

—«La nueva dirección del país, de cuerpo y alma desenredando entuertos en el epicentro de los problemas». Muestra de que «hay que seguir adelante, confiando en el pueblo».

—Ya que nosotros no podemos confiar en ellos.

No te pierdas esto: «Hagamos un sencillo ejercicio comparativo y confrontemos la labor del delegado con la de un cocinero».

—Como no sea por lo de sacar de donde no hay.

—Más lindo que se diga que las rendiciones de cuenta son «una lluvia de pensamiento propositivo». «Este es un proceso fuerte y a la vez democrático y participativo, libre para expresar todo lo que sintamos».

—«Proceso libre». No he oído de una asamblea en que alguien haya hablado de hoteles a contrapelo de basura sin recoger. O de que ya no tenemos cómo economizar la migaja que nos brinda nuestra mutilada economía.

—Se hubiera enfrentado a «la más cruenta batalla barrial jamás conocida, contra el ejército de demonios originarios y en completa disposición combativa». «¿Cuántas brechas cerradas al rumor dañino y a la manipulación desinformadora? Picazón han de sentir en los glúteos los que apuestan por enfrentar al pueblo a sus líderes».

—Un reportero habla sobre la labor del delegado, y menciona como premisa el «deambular de aquí para allá para tomarle el pulso al reparto».

—O sea, caminar sin dirección determinada, a expensas de que lo trasladen a un centro de recogida.

—«Hacer más sin lamentarnos tanto, darle más minutos al optimismo y sentir que la luz al final del túnel no está en irse de Cuba, sino en regresar a los barrios».

—Repatriarse.

—Una delegada se atreve a manifestar que «muchos de los planteamientos estaban muy envejecidos, con más de veinte años». Atrás viene el hacedor del reportaje periodístico y suelta que es necesario «que se sigan planteando los problemas con tiempo». Es decir: levantar la mano y zumbárselo al delegado tres décadas antes.

—Se incentiva el restarle responsabilidad al Estado: «Una vez pedimos esta carretera, y la tenemos desde hace años, ya está en deterioro, el país ahora no puede arreglarla, pero nosotros sí, con tierra y piedras, entre todos podemos rellenarla».

—Para que la empresa constructora o los «factores municipales», «en la cuenta que nos rendimos por estos días», den por resuelto el problema.

Se llama «a los presentes a la participación, con énfasis en que muchas soluciones no dependen exclusivamente de recursos o instituciones, palabras que son un recordatorio de que la iniciativa popular es esencial».

—Con razón. En «este camino hacia el bienestar comunitario en Cuba», sobrevivimos gracias a la iniciativa… privada.

—En una tercera circunscripción, «varios fueron los planteamientos realizados por los vecinos, algunos con propuestas de posibles soluciones con la participación popular, entre los que se encuentran la supresión de salideros, y el de indisciplinas sociales, como tirar basura fuera de los contenedores». ¡Los basureros se desbordan, los aguas albañales fluyen y la ciudad apesta por culpa de los ciudadanos!

—Eso no es nada. El Granma llama a los que «ven en el barrio una gigantografía hogareña factible de mejoras», a «discutir en familia los problemas de casa, hallarle solución a los que la tengan ahora, y reubicar en el colimador del entendimiento a las que deberán esperar». Y como ejemplo de «soluciones», cita la intervención de una pensionada cuya manutención no le alcanza: «Yo solo pido reincorporarme al trabajo. Quiero trabajar, y puedo». «…Insiste ella, displicente a su discapacidad, a la diabetes y las crisis hipertensivas. ¡Qué voluntad!, ¡qué lección!», remata el periodista.

—A eso yo lo llamo poner los aretes que le faltan a la luna.

—A falta de la rendición de cuentas que no ha tenido el sol.

 ***

Caricatura: Wimar Verdecia / CXC.