¿Qué sería de los cubanos sin el humor inteligente? Para que no nos falte la sonrisa de fin de semana, acogemos Cuentos de nuestro Era, una columna medio en broma, medio en serio, de la autoría del escritor Jorge Fernández Era e ilustrada por Wimar Verdecia.
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Cuba, devastada por el colapso sistémico, los desastres naturales y las enfermedades, enfrenta hoy una situación aún más grave que la de Polonia en 1989, cuando se despojó del yugo totalitario. En tal escenario, las experiencias de la nación eslava, a pesar de las muchas diferencias, pueden ofrecer interesantes referencias a la ciudadanía cubana.
Cuando desde el poder se habla de perfeccionar la enseñanza de la historia, lo que se espera es dinámicas que potencien la docilidad del alumnado, sin cuestionamientos ni preguntas incómodas. La historia como ideología o como parte del trabajo ideológico; borrar la memoria, sobre todo del período republicano, o reducirlo a algunas etiquetas. La enseñanza de la historia como adoctrinamiento.
Mantener explícitamente el partido único reduce el anclaje programático y empuja a una personalización de la contienda ―más marketing del candidato que debate de plataformas―, entre tanto, la segunda vuelta tendería a coordinar facciones internas más que proyectos alternativos. Tal escenario estaría muy lejos de ser una salida realmente democrática.
El llamado «Programa de Gobierno» debió ser un punto de inflexión. Podría haber sido el documento que reconociera los límites del modelo vigente y abriera la puerta a una transición responsable hacia una economía mixta, productiva y equitativa. Pero no lo es. Es otro síntoma de una dirigencia que aún prefiere la retórica al análisis, el control a la eficiencia y la preservación del poder a la construcción del futuro.
La historiografía oficial sigue resaltando el papel de Cuba en la transformación geopolítica del África austral a principios de los noventa, con la independencia de Namibia y la caída del régimen del apartheid en Sudáfrica. A nuestros soldados le pertenece gran parte de ese mérito, pero el verdadero saldo para la sociedad cubana aún espera por la luz que lo devele.
Algo cambió aquí, en Santiago de Cuba, no sé si es solo en la ciudad o si se extiende ―o se extenderá luego― a todo el país, como esas rajaduras que empiezan siendo una pequeña e insignificante herida en un cristal. No tengo idea de cuándo eso que cambió hará presencia, pero es político, irremediablemente político.
Este informe presenta el tratamiento del Derecho de petición en la Constitución y las leyes cubanas desde 1940 hasta la actualidad. Asimismo, documenta una serie de casos en los que ciudadanos que ejercieron variantes del derecho de petición recibieron como respuesta la omisión institucional, la represión directa o la simulación de diálogo.
Al gobierno de La Habana debemos quitarle también el poder de vendernos la crisis cual panacea eterna. Como al principio, volvemos a Van Dijk: «Los receptores no son pasivos: pueden resistir, rechazar o redefinir los discursos de poder». Y ahí radica nuestra fuerza: en no aceptar como destino lo que no es más que manipulación disfrazada de verdad.
La historia de la enseñanza filosófica en Cuba entre 1959 y 2025, es la de un pensamiento que fue traicionado por su propia promesa. Lo que pudo ser una escuela de emancipación se convirtió en una fábrica de certezas. En lugar de formar ciudadanos reflexivos, se formaron creyentes políticos. En lugar de enseñar a pensar, se enseñó a repetir.