Corrupción y democracia… ¿círculo vicioso de incompatibles?

Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada (…) cuando percibes que muchos se hacen ricos por sobornos y por influencias más que por su trabajo, que las leyes no te protegen contra ellos sino por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti, cuando descubres que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en auto sacrificio, podrás entonces afirmar (…) que tu sociedad está condenada. 

Ayn Rand (1905- 1982)

Corrupción y democracia son incompatibles. En Cuba —donde crece velozmente la corrupción y el régimen es cada vez más antidemocrático—, ellas forman un círculo vicioso y, junto a los derechos humanos, una tríada explosiva. La combinación no es casual y coincide con una tendencia general.  

De acuerdo con Transparencia Internacional, a nivel global los esfuerzos anticorrupción se encuentran estancados mientras la democracia y los derechos humanos están bajo ataque. Ocurre que: «La corrupción permite tanto los abusos de los derechos humanos como el declive democrático. A su vez, estos factores conducen a mayores niveles de corrupción (…)».

En otro texto abordé la gravedad de la corrupción en Cuba y casos que han trascendido a pesar del férreo control de la información por parte del Partido/Gobierno/Estado. Probablemente por eso, porque el modelo carece de transparencia y la corrupción es estructural, lo peor está por conocerse.  

No obstante, gracias a Internet y la prensa independiente, cada vez se sabe más sobre oscuros orígenes, itinerarios y manejos de empresas «estatales» —y ahora también privadas— vinculadas a militares, miembros de la clase política, familiares suyos y amigos. Mientras, las mayorías apenas sobreviven, el país se hunde y cunde la desesperanza.

Sin embargo, la lucha contra la corrupción, por la democratización y la defensa de los derechos humanos en la Isla es necesaria y urgente. También para el movimiento global que se ha ampliado insistiendo en lo importante de integrar dichas metas.   

-I-

Sugiero reflexionar sobre tres regularidades de la relación corrupción-democracia mirando a Cuba:  

1.- La corrupción —fundamentan el jurista Edwin Figueroa y otros expertos—, es gravísima disfuncionalidad del Estado de derecho y seria amenaza al desarrollo democrático. Dinamita las bases del pacto social y de acuerdo con estudios sobre cultura política, distorsiona la visión de las personas inclinándolas a soluciones autoritarias.

Algunas evidencias en Cuba:

· Estímulo y aceptación del protagonismo de militares en las esferas del Partido/Gobierno/Estado.

· Accionar contra la corrupción depende de «una élite» que se protege, reproduce y enriquece después de destruir «los controles y contrapesos independientes».

· Cultura política dominante centrada en la obediencia, confianza casi infantil en el Estado y resignación ante ineficacia de interpelarlo.  

· Casi nula capacidad de incidencia ciudadana por carencia de mínimos democráticos y participación coartada, acotada y controlada. Tres ejemplos:

- Los mecanismos de relación con el poder son anacrónicos, inoperantes y/o manipulados, y hasta suspendidos por el momento.  

- Las propuestas populares que obstaculizarían la corrupción —rendiciones de cuentas; que los funcionarios públicos declaren su patrimonio al asumir y dejar cargos, por ejemplo— ni siquiera son públicas.  

- Escaso impacto y condición subalterna de la mujer a escala institucional y de la sociedad civil. La corrupción ha crecido durante todos estos años en que han estado mujeres al frente de órganos fundamentales: Ministerio de Finanzas y Precios; Contraloría —donde son el 63.8% de los cuadros—; y Fiscalía General. También GAESA, Consejo Electoral Nacional y hasta hace poco el Banco Central. Sumemos la confabulación Fiscalía - Tribunal Supremo - Ministerio del Interior. Llegar a esos puestos y mantenerse implica incondicionalidad al Partido/Gobierno/Estado. Eso explica que la Contralora anunciara la nueva ley del organismo «para la continuidad de la Revolución» y aprovechara llamando a votar en las elecciones.

2.- Ciertos factores del contexto favorecen un ambiente de corrupción y atentan contra la democracia: situaciones excepcionales, desastres, donaciones, pandemia…

· Todo eso aplica a Cuba, pero se añaden el embargo/bloqueo de EE.UU., las prohibiciones absurdas, la centralización y las inmensas y permanentes carencias. Con la justificación de evadir el bloqueo, por ejemplo, se ha creado de espaldas a la ciudadanía un andamiaje turbio con involucramiento de funcionarios y dirigentes y sus redes afectivas en Cuba y otros países.

3.- La alta responsabilidad del Estado, que debe enfrentar la corrupción y garantizar el desarrollo democrático. Al contrario, se ha impuesto durante más de  medio siglo un diseño totalitario y estatista, opresivo, con una relación conflictiva con la ciudadanía. 

Sea por la corrupción, egocentrismos en la geopolítica mundial, incapacidad, insensibilidad frente a las necesidades ciudadanas, o todo eso, la responsabilidad del Estado en el caos que vive Cuba es doble. Hoy no tiene soluciones a la crisis estructural y sin el menor pudor insisten en que la solución es «socialismo» y «revolución», es decir, la continuidad de ellos mismos.

El Estado falla por acción y omisión cuando no adopta medidas adecuadas contra la corrupción y no rinde cuentas. Quizás un día se descubra qué hizo con los 165 000 millones de dólares que recibió de la URSS y Venezuela. Un monto que supera (1) el costo estimado del bloqueo/embargo y los fondos de la Alianza para el Progreso y el Plan Marshall.  

-II-

Hoy la democracia está presente en el sistema anticorrupción global, regional y de  países. Diversas experiencias en Latinoamérica —redes de activistas y expertos, cátedras universitarias, sistemas nacionales anticorrupción, fundaciones para la democracia, la libertad ciudadana, etc.—, se amplían y/o fortalecen desde el «Compromiso de Lima» (2018). El Observatorio Ciudadano de Corrupción (OCC), por citar un caso, integra al Foro Ciudadano de las Américas, la Red Latinoamericana y del Caribe para la Democracia, capítulos nacionales de Transparencia internacional en Latinoamérica y organizaciones de la sociedad civil de más de quince países.

Se insiste en impulsar políticas públicas adecuadas y transparentar el funcionamiento de las instituciones estatales; fortalecer el Estado de derecho; promover valores democráticos, especialmente la participación ciudadana; el control social de la gestión pública; robustecer la justicia y los organismos públicos, incluida la independencia del poder judicial y la democratización de los medios de comunicación.

Como puede verse, la participación es fundamental, los ciudadanos deben fiscalizar las entidades públicas y la ciudadanía poder ejercer su papel en lo funcional y en el sentido de agencia. Es imperativo participar en el enfrentamiento a la corrupción a través del sector educativo y de «acciones colectivas», en especial la «acción política».

Nada de eso es tema en Cuba. Cuando conviene se coloca en el discurso oficial, sobre todo para organismos internacionales. ¿Podrían aplicarse esas medidas? No hay voluntad política. Medios democratizados, participación, ciudadanía activa y sociedad civil —que son esenciales—, constituyen carencias a pesar de reclamos y reiteradas recomendaciones de organismos internacionales al gobierno. Por ello la corrupción continúa incidiendo en la falta de democracia y tales ausencias estimulan la corrupción.

De acuerdo con la reflexión de la filósofa y escritora ruso-estadounidense que encabeza este texto, tenemos una «sociedad condenada». Es preciso y posible superar los más nocivos rasgos de la cultura política dominante que ha vuelto a los ciudadanos apáticos y pesimistas respecto a lo público. Algo se mueve, cada vez son más los que trascienden la ingenuidad política resultante de décadas de adoctrinamiento, al conocimiento y conciencia respecto a urgencias y capacidades.

Frente al mundo Cuba está muy rezagada. Es un poder único, solo existen mecanismos creados por el Partido/Gobierno/Estado, o bajo su control. Los signos: silencio oficial, cero iniciativa, participación ciudadana y contrapartes; y el sector público y la institucionalidad en general «se controlan» a sí mismos.  

En el diseño cubano no hay espacios para luchas democráticas, y sin ellas no hay desarrollo democrático ni verdadera lucha anticorrupción. Por eso es preciso desmontar el sistema y refundar la República. La más reciente propuesta de Cuba Próxima, «La Cuba que queremos», va en ese camino. Transversaliza la democracia como uno de los pilares de la nueva Cuba. Protege a la nación de anomalías que han dado cobija a la corrupción durante estas décadas y devuelve la soberanía al pueblo.

***

(1) De acuerdo con información reciente del destacado intelectual Carmelo Mesa-Lago en entrevista concedida a EL TOQUE, de la ex URSS fueron 65 000 entre 1960-1990 y de Venezuela 100 000 entre 2007-2017. Esos 165 000 superan en un 27 % el estimado gubernamental cubano del costo del bloqueo/embargo (130 000 millones en 2021), en ocho veces los 20 000 millones de dólares de la Alianza para el Progreso y también la ayuda del Plan Marshall (135 000 millones) para Europa Occidental después de la Segunda Guerra Mundial.

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Imagen principal: Curt Merlo/theispot.com

Ivette García González

Doctora en Ciencias Históricas, Profesora Titular y escritora cubana.

https://www.facebook.com/ivette.garciagonzalez.9
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