Un derrumbe que devela otros derrumbes
En el colapso de un edificio multifamiliar en La Habana, puede advertirse la lógica tristeza que provoca semejante noticia. En verdad, resulta muy lamentable la pérdida de vidas humanas, sorprendidas por la muerte de forma inesperada. Los medios de prensa reproducen una y otra vez la información, como si este fuera un hecho aislado, como si la destrucción no estuviera constantemente reflejándose a lo largo y ancho del país.
Cuando el caminante llega a cualquier ciudad, pueblo o barrio, divisa de inmediato un paisaje que muestra la verdadera gravedad de nuestra crisis. En cada esquina puede tropezar con un vertedero de basura; los tragantes se tupen cuando llueve e impiden el paso; los baches atentan contra el tránsito; las aceras están rotas; o la vía pública no tiene suficiente asfalto.
Ante la vista se levantan edificaciones antiguas que, desde su opacado esplendor, necesitan reparaciones, y en algunos casos, la demolición. No hay que ir hasta determinadas zonas habaneras para conocer el penoso deterioro que sufre el fondo habitacional de la nación. En múltiples hogares se hallan conviviendo varias generaciones porque no tienen dónde ir. Rentar una pequeña casa es imposible para un trabajador, cuyo salario no cubre las necesidades básicas; comprarla entonces es imposible para quienes sobreviven como rehenes de mínimos ingresos.
Hace algunos años el gobierno planificó la construcción de inmuebles para la población. Proyectaron, incluso, que se haría más de una vivienda diaria, lo que en la práctica condujo al incumplimiento de otra promesa pública. Todavía están varadas en albergues personas afectadas por fenómenos climáticos, sin una solución definitiva para su problema. Algunas familias, entre ellas madres solteras con sus hijos, han tenido que ocupar locales abandonados, sin las condiciones imprescindibles para vivir, enfrentándose a la posibilidad de ser desalojadas por las autoridades.
La planificación urbana se ha afectado por el hacinamiento que, entre otras causas, ha producido la migración interna, la cual se ha asentado en edificaciones rústicas, sobre todo en la periferia de las ciudades. El Estado restaura parcialmente algunos espacios para conmemorar fechas en el calendario, pero ni siquiera en tal sentido se realizan ejecuciones profundas que garanticen la perdurabilidad de las obras.
En el caso de la política de construcción institucional, también está sometida a la inconsistencia e ineficacia de los decisores. Es común que se construya un establecimiento para prestar un servicio y luego se reconstruya con una finalidad totalmente opuesta. Aquí se rompe no solo con el objetivo que debió cumplirse, sino con los intereses económicos, al producirse pérdidas que difícilmente serán recuperadas.
Las instituciones públicas están severamente dañadas en sus estructuras. Hospitales, escuelas, y otros centros asistenciales y de servicios, presentan una imagen depauperada que atenta contra la calidad de lo que se ofrece. Sin embargo, continúa promoviéndose la construcción de hoteles, a los cuales no tendrá acceso el ciudadano común. Mientras la clase dirigente se beneficia con propiedades confortables, existen personas durmiendo a la intemperie. Sí, en Cuba hay hombres y mujeres que no tienen un techo para refugiarse. La Revolución de los humildes ha terminado por desentenderse de ellos luego de haberlos reproducido. La clase dirigente se ha establecido como una cúpula empoderada que potencia constantemente la exclusión.
Ciertos barrios han sido favorecidos con fines propagandísticos incentivados en momentos de legítimas protestas populares. Quedan abandonados en la pobreza disímiles lugares que alguna vez experimentaron prosperidad. En el año 1953, en su alegato La historia me absolverá, Fidel Castro mencionó el tema de la vivienda como un problema a resolver. Esa situación continúa afectándonos y se agudiza por el implacable paso del tiempo.
No es un único derrumbe el ocurrido. Durante décadas se han destruido edificaciones, que no soportaron el peso del abandono. Varias personas han muerto víctimas de sucesos como este, que pueden repetirse e intensificarse ante las lluvias u otros eventos naturales. Cuba debe ser comprendida más allá de las postales que muestran sus construcciones emblemáticas. Nuestro país está apuntalado por un conflicto que se establece entre el poder y la exclusión, a partir de un sistema que se derrumba inevitablemente.
Foto tomada de Diario de Cuba