Felicidad

—¿Viste que «cobró vida un nuevo espacio de comunicación»? Se trata del programa «Desde la presidencia».

—Hubiera sido más atinado titularlo «Desde la azotea», como homenaje al trabajo que pasaron las autoridades de Santiago para dejarse oír. No se ha dicho si los elevaron con un güinche, como se hace con los dirigentes.

—Erraron también con el anfitrión. Si el objetivo es seguir «la tradición de comunicación de la dirección de la Revolución con el pueblo», debía presentarse Raúl y no Miguel. Capaz de que a este último le dé por ponderar la labor de Gil al frente del Ministerio de Economía y Planificación.

—Y a Arleen, que es la conductora, incluirlo entre los defenestrados que se van del poder con las manos vacías.

—Parece que, por ahora, su visualización dependerá de si «YouTube internet ese día», pues la televisión cubana no lo incluye en el plan de retransmisiones.

—Deberían hacerlo. Si la primera emisión adujo que los planteamientos de los protestantes del domingo estuvieron asociados, «sobre todo, a la compleja situación con la generación eléctrica y a la distribución de los alimentos», hubiera sido muy buen dramatizado si la invitación incluyera a Beatriz Johnson Urrutia para que agregara: «Y Viceversa».

—Me parece una soberana falta de respeto con la primera secretaria del Partido en Santiago aducir que «se manipularon burdamente la permanencia y magnitud de los hechos con técnicas de inteligencia artificial».

—Hay que tenerla para afirmar que el problema se resuelve con tres libras de arroz y cuatro de azúcar, pero yo creo que se refirieron al programa Con Filo. Realizó la hazaña de editar dos segundos de los videos callejeros en que los manifestantes no pidieron libertad o conminaron a que se bajaran de allá arriba. De la azotea digo.

—Michel Torres puso al menos un pedacito, pero el noticiero ni eso. Se limitaron a mencionar en noventa segundos el tuit de Canel que minimizó los alzamientos de Santiago y Bayamo, pero solo al final y después de haber transmitido y retransmitido el reportaje de once minutos de Bernardo Espinosa sobre el parche a la Guiteras.

—No sé a ti, pero a mí me conmovió el entusiasmo del «¡Saludos, compañeros!» que el periodista lanzó en el estelar informativo de la noche. Regurgitaba frenesí, cual niño al que acaban de repararle la caldera.

—No era para menos. Faltaban solo dos jornadas para el Día Internacional de la Felicidad. El 20 de marzo el Granma recordó la fecha con un artículo titulado «Hay quien le teme a la felicidad», donde se señala que este pueblo «se propuso ser feliz».

—¿Se refería a la conga santiaguera?

—Habla de Felicidad Nacional Bruta, y lanza la pregunta: «¿Pueden celebrar este día los 700 millones de personas que no tuvieron comida suficiente en 2023?». A Lage le hubiera encantado afirmar: «Ninguno de ellos es cubano».

—Me gusta lo de «Felicidad Nacional Bruta». Nunca un adjetivo estuvo mejor utilizado.

—El periódico plantea que, en el caso de la Isla, la infelicidad la ha querido «sembrar» el imperio más poderoso de la humanidad.

—Menuda manera de aseverar que las importaciones de alimentos desde el Norte han paliado en algo los incumplimientos en la Campaña de Frío.

—No te pases. Prensa Latina apunta que las circunstancias «han sido aprovechadas por grupos terroristas asentados en el sur de la Florida para intentar la desestabilización interna». El órgano oficial remata dejando claro que «Estados Unidos y sus secuaces están tan carcomidos por el odio, que le temen a la felicidad, porque sabe que ella es también ejemplo», y que nuestro pueblo, por sí solo, «ha resistido y vencido», «enfrentándose al mismo que sigue, infelizmente, empeñado en matar su alegría, su tranquilidad y su belleza, quitándole la luz, cortándole el suministro de combustible, el de alimentos, o inventado una Cuba en las redes sociales que no se parece en nada de la real».

—La real se adelanta al resto del mundo en rubros tan importantes como la generación energética. Nos lo recuerda Cubadebate cuando cita que «Elon Musk, el magnate y propietario de Tesla y SpaceX, aseguró que la próxima crisis global será la falta de electricidad».

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Caricatura: Wimar Verdecia / CXC.

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