Poliespuma
—¡De vuelta Hassan Pérez Casabona!
—A ver si adivino: intentará romper en el hotel Copacabana el récord de más ráfagas palabreras.
—Sería una excelente oportunidad para los de apnea hundirse en el mar para no oírlo. Pero no, hace rato es profesor titular del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana, no me preguntes qué hemisferio tiene más desarrollado. Lo oficial, acabo de leerlo, es que regresa a lo que más sabe: hablar sin freno y sin embrague, nada menos que en el periódico Granma.
—¡Se puso a explicar con argumentación científica como en Cuba pueden comprarse con un dólar veinticinco litros de leche!
—No me lo recuerdes. Fue tal la repercusión de aquel análisis de la Batalla de Hídeas, que poco faltó para que la Bolsa de Nueva York se derrumbara.
—No puedes negar que los dieciséis años transcurridos desde que se defenestrara a Casabona como segundo secretario de la ujotacé (ya era hora de que «iniciara su proceso de vinculación laboral») es tiempo suficiente como para que organice un poco sus ideas. ¿Manifiesta algo nuevo en el órgano oficial del Partido?
—Sigue montado en la cuerda de hablar de su Comandante. Plantea que su ideario es, «desde el vigor proteico que lo sustenta, una llama que ilumina el sendero a transitar, por más escollos que se divisen en el horizonte».
—¿Lo de «la llama que ilumina» se refiere al puerco asado? Al menos cambia de leche para carne y «el vigor proteico que la sustenta».
—Con todo lo que puede señalársele, Hassan Pérez Casabona ha sido de los más comedidos en la emulación de estos días por ver quién endilga el epíteto más hermoso al líder de la Revolución Cubana.
—He visto cada cosas… Como eso de que su pensamiento, «fuente viva, y las enseñanzas que de él emanan, deben servir para hermanarnos en la brega de quienes aman y fundan». Me puse a «bregar» con la frase y me ericé con la posibilidad de una posible errata. ¿Te imaginas a cuántos directivos del periódico le hubieran partido «la parte inferior del tronco» por no tenerla a buen recaudo con las bragas?
—«No aceptó jamás la derrota», leo en otro artículo. «El pensamiento va hacia las razones que hicieron de esa característica suya, lejos de obstinación estéril, condición para convertir la utopía en materia palpable». «No era optimismo gratuito, sino convicción de la justeza de la causa y de su defensa». No sé qué crees tú, pero hay coña en eso de «obstinación estéril» y «optimismo gratuito». Es como para que Fidel salte: «¡No me defiendas, compadre!».
—Es un efecto parecido al que se logra escribiendo la siguiente joya: «Cuando parece que ya no hay una salida, Cuba se reinventa».
—Muy honesto. En ninguna época histórica se había vivido tanto del invento.
—Curioso que se haya exaltado, a propósito de la fecha del 25 de noviembre, y supongo por la secuela sicológica que nos dejaron los recientes ciclones, el desvelo que «lo llevó, literalmente, a caerles atrás a esos peligrosos fenómenos hidrometeorológicos, como si fuera uno de esos aviones cazahuracanes». ¿Cómo se le ocurre a nuestra prensa afirmar que «Fidel no fue solo un hombre, fue un huracán, un río indomable, una llama inextinguible que transformó cada rincón de Cuba»? ¡Lo acusan de acabar, a base de vientos, inundaciones y candela, mucha candela, con la quinta y con los mangos!
—¿Habremos leído el mismo libelo? Un trabajo de corte meteorológico sobre el Comandante fue titulado «Todos los radares caben en un grano de maíz».
—La mazorca del Apóstol sigue dando que hablar.
—La que parte el bate es una periodista a la que ahora vuelven a deslumbrarle «las canas de su barba, sus dedos largos, las arrugas en su rostro y la profundidad de su mirada», pero cuenta que siendo una adolescente de catorce años reorientó su juicio sobre el Comandante después que «se atrevió a interrogar a su abuela». «Tras la última remodelación en casa, encontró una imagen ampliada de un señor barbudo y con poliespuma improvisó un cuadro que colgó en la pared principal de su sala». «¿Cuánto tiempo piensas tener esa foto ahí?», cuestionó la joven entre airada y sonriente. La respuesta arrancó de un tajo todo atisbo de burla: «Hasta que muera». «Desde entonces la visión de aquella joven fue diferente. Comenzó a sentir la historia, no solo a memorizarla». Cuando uno lee semejante bazofia, se pregunta cómo una foto pudo lograr tal cambio en la muchacha. «Sabía quién era el hombre del retrato, había escuchado sus discursos innumerables veces en televisión y durante las clases de Historia de Cuba memorizó sus más notables hazañas». ¿Qué bolá entonces con el sistema de educación cubano?
—Peor que Frei Betto publique, refieriéndose a la «continuidad», que «el pueblo cubano eligió democráticamente a Díaz-Canel para presidir el país por segunda vez». ¿No se da cuenta de que con semejante tupe levanta un altar para desmontar otro?
—Es lo que da revivir un cuadro con poliespuma.
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Caricatura: Wimar Verdecia / CXC.