Zapateo
—Antes de discutir mi derecho o no a solicitarle acceso, le hago una pregunta: ¿ha estado al tanto de la «jornada de rememoración histórica» que protagonizó el primer secretario del Partido en la Ciénaga de Zapata para evocar la Cena de Nochebuena del líder histórico de la Revolución en el 59?
—Leí que visitó «el Memorial Biblioteca 50 Aniversario de la Cena Carbonera con Fidel, en el propio Soplillar, algo así como un museo vivo que recrea la imagen y el ambiente de cómo era la vida de los cenagueros, especialmente de los carboneros, de una pobreza descomunal».
—Me enteré por el Noticiero. Por la pobreza descomunal de los «rústicos y típicos bohíos de piso de tierra» que se ven en el reportaje, pensé al principio que eran imágenes de Imías o San Antonio del Sur.
—¿A que no pilló que al lado de nuestro actual mandatario estaba sentada Nemesia, la legendaria Flor Carbonera a la que el Indio Naborí dedicó uno de sus más hermosos versos?
—La vi. Nemesia debe estar clamando por que no cierren las mipymes. No hay otra manera de hacerse de un calzado «para que todas las niñas tengan zapaticos blancos».
—Fue una visita esplendorosa.
—Esplendorosa se ve la mesa en las fotos de 1959, donde «los recién llegados (aterrizados en sendos helicópteros) se sentaron debajo de un árbol donde sentían el olor al puerco que se asaba a la manera de la región». ¿Oyó?: puerco. En el Kcho de mesa que ocupó Canel había si acaso chicharrones.
—El presidente no podía esperar la cena, tiene una agenda muy cargada.
—Fidel andaba de recorrido en sus planes de desecar la Ciénaga; el actual mandatario se la pasa de visitas con afanes de «ratificarse en convicciones», «conocer personas muy interesantes»… y desecar el país entero.
—Me deja el cerebro en puro fango. ¿Cómo fue eso de pretender exprimir la Ciénaga?
—Fidel, desde entonces, concibió proyectos económicos y sociales para mejorar la vida de los cenagueros. En aquellos días se encontraba en la Laguna del Tesoro, «ocupado en los planes turísticos del lugar y otros proyectos que se llevarían a cabo». Desde inicios de la Revolución había anunciado de que, en un año, la Ciénaga sería «el Granero Nacional». Se refería a la cantidad de arroz que se cultivaría en el ancestral lodo tras la desecación de sesenta y un mil hectáreas.
—Visionario como siempre. Previó desde hace sesenta y cinco años las dificultades que tendríamos hoy para distribuir la canasta básica.
—Estaríamos peor si llega a consumarse el proyecto. Se pretendía construir canales artificiales de drenaje para la evacuación de tierras anegadas y el posterior cultivo de estas. Expertos nacionales, secundados por científicos de la Unión Soviética, Holanda y Francia, dictaminaron que aquello no era viable por lo que significaba de destimbalación del ecosistema con la disminución del caudal de agua y el riesgo de incendio por autocombustión. Serían afectadas numerosas especies endémicas y migratorias como la cartacuba, el zunzuncito, la ferminia, el gavilán colilargo, el batista, además de flamencos y grullas.
—Un fracaso coyuntural.
—Uno de tantos.
—Lo que importa es que la Ciénaga de Zapata, en la actualidad, «es paraje emblemático y próspero».
—Lo grulló Canel en un twit. No sabe lo que dice.
—Si así fuera, no llegarían a ese Parque Nacional tantos turistas, «sobre todo de Estados Unidos y Europa». «La cadena BBC del Reino Unido realizó en la zona un documental muy explicativo nombrado “Cuba, una isla salvaje”».
—Nunca mejor dicho.
—Allí está, como recuerdo del denuedo del Comandante, la Aldea Taína.
—Contundente símbolo del presente.
—Olvida que, en ese antiguo inhóspito paraje, la Revolución construyó el círculo infantil Infantes del Humedal.
—Su nombre parece aludir a chamas cundidos de hongos.
—Mi paciencia se agota. Acabe de explicarme por qué pretende entrar a esta Área Protegida. No sé si sabe que se nombra Punto Cero.
—Me acordé de que el 27 de julio de 1961, en Playa Girón, Fidel habló de que los que «les cobraban a los campesinos por el pie de monte» eran los mismos que «vivían en los palacetes de la Quinta Avenida». «Cuando en la Ciénaga se comió en la misma mesa», él dio, según Canel, una lección de que «en Cuba, con la Revolución, todos éramos iguales, todos podíamos compartir la misma mesa, todos podíamos estar en las mismas condiciones». Y entonces yo, que vivo en Soplillar y no tengo helicóptero, arranqué como pude hacia acá para pedirles a Lis y a Canel que me inviten a su cena de fin de año.
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Caricatura: Wimar Verdecia / CXC.