Constitución de 2019: un cadáver que cumple seis años
El 10 de abril de 2019 entró en vigor la actual Constitución de la República de Cuba. En su momento fue presentada como una promesa de modernización jurídica y apertura política; se habló entonces de derechos ampliados, de reconocimiento a nuevas formas de propiedad, de libertad de expresión y asociación, y de un compromiso explícito con la dignidad humana.
Seis años después, esa promesa ha quedado vacía: la Constitución cubana murió sin haber vivido. La razón fundamental es simple: los derechos que consagra no han sido desarrollados por leyes habilitantes, pues van contra la naturaleza antidemocrática del régimen político de partido único que la propia Constitución establece.
En lugar de fortalecer el tejido democrático y el respeto a las libertades fundamentales, el Estado ha mantenido —e incluso perfeccionado— un aparato legal que continúa criminalizando el disenso, coartando la iniciativa ciudadana y bloqueando cualquier forma de organización autónoma. El resultado es una arquitectura institucional que blinda un ejercicio dictatorial del poder.
Las normas de la Constitución de 2019 que reconocen libertades individuales y colectivas no han tenido traducción efectiva en leyes orgánicas o procedimientos que permitan ejercer esos derechos. Por el contrario, el ordenamiento jurídico cubano sigue anclado en mecanismos de control y represión política, incompatibles con un Estado de derecho funcional. En contraste, han creado un Estado Autoritario de Derecho.
Una constitución sin garantías no es un contrato social; es una vitrina. Es el decorado de un régimen que utiliza el lenguaje de los derechos mientras reprime a quienes intentan ejercerlos.
A seis años de su proclamación, la Constitución cubana de 2019 es un cadáver político: un texto formalmente vigente, pero carente de vida jurídica. Su inoperancia práctica demuestra que en los regímenes autoritarios, las constituciones son instrumentos de simulación. No basta con que los derechos estén escritos: deben poder reclamarse, ejercerse y defenderse.
El desafío no es solo jurídico, es profundamente político. Requiere voluntad para abrir los cauces de la ley a la participación real de la ciudadanía. Sin ese paso, cualquier reforma constitucional será un gesto estético, sin impacto en la vida de las personas.
Rememoramos esta fecha, no para conmemorar la entrada en vigor de un texto que nació sin vida, sino para subrayar una urgencia: la necesidad de redactar una Constitución que no mienta, que respalde los derechos y libertades de todos los cubanos, no que los encierre y reprima mientras el país muere de hambre.
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Imagen principal: Sasha Durán / CXC.