El fin de las universidades pedagógicas y la educación cubana: consecuencias de una decisión errada
Desde el siglo XVIII los padres del pensamiento cubano comprendieron la importancia de la educación. Filósofos, políticos y educadores enfatizaron sobre todo en la significación de los maestros encargados de formar a los futuros ciudadanos. Antecedentes, como el Informe del Instituto Cubano, escrito por José de la Luz y Caballero en 1833, destacan esa necesidad.
En el siglo XX, las Escuelas Normales de Maestros hicieron un sublime esfuerzo por dignificar el magisterio y le otorgaron una identidad cívica merecedora de elogios. Herederos de su esfuerzo fueron los Institutos Pedagógicos, creados a partir de la década de los sesenta, donde se graduaron miles de profesionales de calidad. Sin embargo, desde finales de los noventa la profesión pedagógica ha estado resentida debido a los ciclos de la crisis económica y social que afecta el país.
La falta de maestros, el éxodo hacia puestos laborales mejor renumerados y el déficit en el ingreso a las carreras pedagógicas, se han convertido en males crónicos. A este panorama se sumó la decisión de decretar la desaparición de las universidades pedagógicas, lo cual, lejos de ser una solución, ha sumado más dificultades a la educación cubana.
En diciembre de 2013, el Consejo de Ministros de la República de Cuba aprobó comenzar, a partir de septiembre de 2014, la integración de los centros de Educación Superior de las provincias de Matanzas, Cienfuegos, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila, Camagüey y Guantánamo. Un año después se realizaría el mismo proceso en los de Pinar del Río, Villa Clara, Las Tunas, Granma, Holguín y Santiago de Cuba. En tanto, los de La Habana lo harían en igual mes del 2016.
Dicha integración consistía en fusionar, en un único centro, las universidades subordinadas al Ministerio de Educación Superior (MES) con las del Ministerio de Educación (MINED), es decir, los antiguos Institutos Superiores Pedagógicos, denominados Universidades de Ciencias Pedagógicas desde 2010. De esta forma, en la mayoría de las provincias existirían únicamente la universidad adscrita al MES y la de Ciencias Médicas, perteneciente al Ministerio de Salud Pública (MINSAP). Solo se mantendría como centro independiente para la formación de educadores, aunque ahora adscrita al MES, la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, de La Habana.
Según se explicó, la integración tenía como objetivos «crear una nueva universidad» y alcanzar «mayor calidad» en la educación superior del país, mediante una «transformación cualitativa». Como tal aspiración no estaba ajena al cálculo económico, también se planteó que con el proceso disminuiría el número de cuadros de dirección, habría un mejor aprovechamiento del claustro, más eficiencia en el uso de recursos energéticos, aulas, laboratorios y residencia estudiantil. Otra cosa que se pretendía era facilitar la relación con los gobiernos, organismos y entidades provinciales para incrementar la pertinencia de la universidad en el territorio.
El proceso fue asumido como tarea por la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo de los Lineamientos aprobados en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba. No obstante, en la parte correspondiente a «Política social. Educación», no aparecía ningún lineamiento referido a la «integración» de las universidades. Formó parte inicialmente de un experimento mayor: el realizado en las provincias de Artemisa y Mayabeque. Como nunca se informaron oficialmente los resultados alcanzados en ese ensayo, no es posible analizar las conclusiones a las que se arribó respecto a los procesos de integración universitaria en ambos territorios. «Vox populi» comentaba en aquellos años que el verdadero padre de la idea había sido Miguel Díaz-Canel, en la etapa en que fue Ministro de Educación Superior.
Las nuevas provincias no eran los medidores más confiables para servir de ejemplo a la integración de las universidades en el resto del país. Creadas en enero de 2011 a partir de la división de la provincia Habana —aunque a la de Artemisa pasaron también tres municipios de Pinar del Río—, su historial universitario era muy diferente a las experiencias vividas en otros territorios.
La antigua provincia Habana siempre fue atendida por el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, radicado en la capital, hasta que en 1999 se fundó en Alquízar el Instituto Superior Pedagógico Rubén Martínez Villena, con un número reducido de carreras. También existía, desde 1976, el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (ISCAH), más tarde Universidad Agraria de La Habana, que es la universidad de la actual provincia de Mayabeque. En este caso no había experiencia previa en la gestión de carreras pedagógicas.
Los fallos de un proceso impuesto
Los procesos de integración en cada provincia fueron dirigidos por los rectores de la universidad perteneciente al MES, quienes tuvieron amplia libertad en la toma de decisiones. Aunque se orientó la creación de comisiones de trabajo para definir los criterios a considerar, en algunos casos las ideas concebidas por la universidad pedagógica no fueron tenidas en cuenta, o esto ocurrió de forma parcial.
Al momento de ocurrir el proceso, las universidades pedagógicas cubanas tenían logros que mostrar. Entre ellos, un alto número de doctores en ciencias, a veces más elevado que el de las otras instituciones de educación superior de su mismo territorio. En todas las provincias los rectores de las entidades pedagógicas ostentaban ese grado científico, meta que no había conseguido el sistema de universidades del MES.
Únicamente en Sancti Spíritus y Ciego de Ávila la máxima dirección de la universidad integrada recayó en cuadros que dirigían las instituciones pertenecientes al MINED. En el resto de las provincias, cuando el rector que provenía del MES no era doctor en Ciencias, fue nombrado igualmente para dirigir la nueva universidad, aunque su homólogo de la otra universidad sí lo fuera. No importó que la política de cuadros exigiera en ese momento que para ocupar el cargo de rector se debía poseer dicho grado científico. La integración de las sedes universitarias municipales ocurrió de forma similar. En su inmensa mayoría, las tareas de dirección fueron asumidas por los directivos que ya tenía nombrados la universidad del MES.
En los meses previos al inicio del proceso de integración, el Ministerio de Educación encargó a su Departamento de Formación del Personal Pedagógico, elaborar un documento que sirviera de guía a los decisores. El objetivo era claro: tratar de mantener en lo posible lo logrado en las universidades pedagógicas. Según este, las carreras pedagógicas debían quedar agrupadas en una misma facultad, o en dos cuando fuera necesario, en aras de mantener su identidad, continuar el trabajo metodológico dirigido a la formación del profesional de la educación, así como la relación con los diferentes niveles educativos, al menos en forma similar a como se había hecho hasta la fecha. Se abogó, además, por consolidar aspectos vitales como la atención a las Escuelas Pedagógicas y al trabajo de orientación profesional para garantizar el ingreso a carreras pedagógicas.
Al poco tiempo ese documento pasó a ser letra muerta en algunas provincias, sobre todo lo relativo a la permanencia de las carreras pedagógicas en una misma facultad. En varias universidades del país dichas carreras fueron distribuidas por otras facultades, a excepción de las dirigidas a la educación infantil. Algunos ejemplos son dignos de mencionar, como la ubicación de la carrera que forma profesores de Matemática en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Cienfuegos, que también tiene las carreras pedagógicas de Biología y Geografía situadas en la Facultad de Ciencias Agropecuarias.
Un aspecto derivado de la integración ha sido la atención diferenciada a los inmuebles donde radicaron las universidades pedagógicas. Esto, como es lógico, no ha sucedido en las provincias que las asumieron como nuevas sedes centrales. En el resto ha sido evidente la diferencia de recursos y esfuerzos para el mantenimiento de una y otra sedes.
Aunque tal situación ha presentado matices, se hace palpable en algunas provincias, como Pinar del Río y Cienfuegos, pero sobre todo en Matanzas, donde el edificio docente-administrativo de la sede Juan Marinello está cerrado desde 2020 y, a pesar de los reclamos de exprofesores y graduados, no ha sido revertida esa situación. En Santiago de Cuba, el inmueble de la emblemática Universidad de Ciencias Pedagógicas Frank País García, fue entregado a la dirección del Ministerio del Interior en esa provincia. Las carreras pedagógicas santiagueras, agrupadas en dos facultades, se reubicaron en otros edificios de la Universidad de Oriente.
A su vez, la Universidad Pedagógica para la Educación Técnica y Profesional Héctor Pineda Zaldívar, radicada en La Habana y conocida como el ISPETP, fue convertida en facultad y su claustro y estudiantes trasladados a los espacios de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, en Ciudad Libertad. Ello provocó un fuerte éxodo de profesores experimentados, mientras el inmueble en el que radicó fue asignado a otras funciones.
La ciencia y la historia: grandes perdedoras
Al momento de ocurrir la integración, existía un sistema de trabajo conjunto de las universidades pedagógicas con las direcciones provinciales de educación, consolidado desde hacía décadas, en el cual aquellas tenían un rol principal en la superación del personal docente, la investigación educacional y la formación de cuadros y directivos. Esas dinámicas, gracias a las cuales se habían alcanzado logros como el funcionamiento de las comisiones provinciales de asignaturas, la atención a las Escuelas Pedagógicas —antes Formadoras de Maestros—, de cada territorio; la reserva especial pedagógica, entre otros; fueron revertidas o simplemente desaparecieron.
Para suplir la falta de las universidades pedagógicas, el MINED creó una escuela ramal y, al mismo tiempo, las Escuelas Pedagógicas debieron encarar de alguna manera esa ausencia y comenzar a formar profesores de nivel medio para las asignaturas de Secundaria Básica. En ambos casos, el resultado dista mucho del que existía cuando el MINED se apoyada en el potencial científico y pedagógico de sus desaparecidas universidades.
Un ejemplo son los congresos conocidos como «Pedagogía», que se celebran cada dos años desde el nivel de base en las escuelas, hasta su versión internacional. Antes de la integración, las Universidades de Ciencias Pedagógicas garantizaban el alto nivel científico de esos encuentros, que era palpable tanto en la organización del certamen provincial, como en la presentación de ponencias derivadas de investigaciones.
En la actualidad, la ausencia casi total del potencial científico pedagógico que se desempeña en las universidades ha incidido de forma negativa en la calidad y resultados de los últimos eventos. Algo similar ocurrió con los Fórums Nacionales de Estudiantes de Ciencias Pedagógicas, concebidos desde los años ochenta. Los que se celebran hoy no alcanzan el impacto de los realizados antes de la integración, pues fueron incorporados estudiantes de carreras no pedagógicas, que no tendrán entre sus esferas de actuación, una vez graduados, la impartición de docencia en algún nivel educacional. Asimismo, las investigaciones en temas educacionales se han visto preteridas en las universidades integradas, en comparación con las que responden a temas que son considerados de más urgencia económica.
Lo más lamentable, sin embargo, ha sido el desconocimiento de los aportes de los llamados «Pedagógicos» a la educación cubana. La historia de las universidades pedagógicas ha sido olvidada, silenciada y desconocida. Son raras las ocasiones en que se ha asumido como fecha relevante la fundación de alguno de estos centros, como hizo la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas al conmemorar este año 2024 la creación del antiguo ISP Félix Varela.
La fecha de inicio de las nuevas universidades integradas tampoco ha sido motivo de recordación. Quizás la única excepción sea la Universidad de Guantánamo, que en septiembre de 2022 dedicó el reinicio del curso escolar a celebrar los ocho años de la integración universitaria en el territorio. Ambos ejemplos son rarezas en un panorama donde tal parece que las universidades pedagógicas nunca existieron. De hecho, cada vez que en los últimos años alguna «nueva» universidad ha festejado números redondos de su fundación, la mención a la historia del Pedagógico con el cual se integró ha sido escasa o francamente nula.
Este es, a grandes rasgos, el panorama derivado del proceso de integración de las universidades cubanas iniciado hace diez años. La pérdida del sentido de pertenencia a la profesión y de la identidad común de las carreras pedagógicas, el debilitamiento del carácter científico de la pedagogía, el éxodo de docentes calificados, alentado esto último además por la situación económica imperante, la disminución sostenida de la calidad de la formación de docentes en los diversos niveles educativos con la consiguiente afectación al proceso de aprendizaje de los estudiantes; son resultados que no se calcularon entre las probables consecuencias de una decisión más política que científica y no suficientemente meditada.
Cuba, donde antes existieron quince, hoy solo puede exhibir una universidad pedagógica. Esto ha ocurrido en un país que se precia de la educación como un logro de la Revolución.
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Imagen principal: Martí Noticias.