Antorchas

—Qué despiste. ¿Puedes creer que me levanté a las cinco de la madrugada pensando que por la diferencia horaria transmitirían temprano la inauguración de las Olimpiadas, y lo que se celebraba era los 71 del 26?

—Debe ser inscrito como primer récord el hecho de dispararse un acto político a esa hora.

—Eso pensé. Ya estaba desvelada, había en ese lugar tanta gente sin dormir… Dejé prendida la TV a ver si alguien protestaba, se alzaba en armas contra semejante «de pie» u optaba por dormirse como protesta cívica.

—Cualquiera dormita con un discurso de Salvador Valdés Mesa. El pobre, desde que recibió a Obama no le daban chance.

—Levanté la cabeza cuando le oí decir que «se mantiene firme e inalterable la fidelidad de nuestro pueblo a las ideas por las cuales el Comandante en Jefe fue al Moncada».

—Es decir, las injusticias están latentes.

—Se refería a «la misma fe en los destinos de la patria», «la misma capacidad de soñar con todo aquello que serán realidades de mañana por encima de los sueños ya realizados de ayer».

—¡Pero eso se dijo hace cuarenta años! Se supone que ya debiéramos vivir esas «realidades».

—Por ellos no es. Mira que insisten en que hay que trabajar, producir, que debemos multiplicar las experiencias positivas… Lo explica el vice: la existencia del bloqueo «no significa en modo alguno ignorar deficiencias, insuficiencias y errores propios; al contrario, los conocemos y debatimos a la luz pública, dando participación a cuanto compatriota exprese su disposición».

—¿Algún espirituano expresó su disposición?

—No vi mano levantada. Debe ser porque «así se hace de manera cotidiana, a sabiendas de que el enemigo amplificará de inmediato hasta la más pequeña dificultad, tergiversará lo dicho o simplemente mentirá en el intento de achacarle la culpa al socialismo que construimos o a los dirigentes del país, y con ello influenciar en la opinión pública».

—Ahí lo explica todo. «Pequeñas dificultades»: pequeños salarios, pequeñas pensiones, pequeño poder adquisitivo, pequeña canasta básica…

—Un mal inevitable.

—¡No te levantes más tan temprano! ¡¿Cómo vas a decirme que es inevitable?!

—Cito a Valdés Mesa. Declara que es un «mal inevitable» lo de la amplificación enemiga de nuestra constante autocrítica, pero que «la asumimos por estar convencidos de que es la única forma de encontrar, entre todos, las mejores soluciones».

—¿Qué soluciones?

—Ah, no sé. Imagino que él y los demás se hayan reunido a puertas cerradas en el Palacio de las Convenciones, pues yo no vi en ninguna parte «los profundos, sinceros y críticos análisis realizados hace pocos días durante las jornadas del VIII Pleno del Comité Central del Partido y del Tercer Periodo Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en especial el medular discurso de clausura del compañero Presidente de la República, que encierra orientaciones y conceptos que debemos implementar».

—¿Qué orientaciones? ¿Qué conceptos?

—Más o menos los mismos que habrá expresado Emmanuel Macron para dejar inaugurados los Juegos Olímpicos de París, pero que a Tele Rebelde no le dio la gana de traducir.

—¿No será que reservaron a traductores e intérpretes para el acto en Sancti Spíritus, a ver si en francés hacían potables las palabras del vicepresidente cubano pretendiendo revivir la antorcha eterna… del olimpismo?

—Qué bueno hubiera estado que, con Marsellesa de fondo, Salvador les dijera a los franceses: «Siempre será poco el reconocimiento a este pueblo, que enfrenta las dificultades de la vida cotidiana sin perder la confianza en que solo el socialismo puede vencerlas con justicia, sin dejar a nadie abandonado a su suerte, buscando alternativas y soluciones y priorizando los sectores y grupos poblacionales en condiciones de mayor vulnerabilidad».

—Vas a soñar hoy con una imagen reveladora: nuestros dirigentes llegando al acto en veintiséis barcazas, Yayabo abajo.

***

Caricatura: Wimar Verdecia / CXC.

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