Nación

—Compañera: llamo para ser el primero en anotarme y participar en la próxima conferencia «La Nación y la Emigración».

—¿Y cuándo es? Porque ni nosotros mismos sabemos. «No existe ningún compromiso sobre la regularidad de las mismas hacia el futuro».

—Pensé que uno de los acuerdos de un proceso «invariable» e «irreversible» era poner fecha a un próximo encuentro.

—Se equivoca. Fue tan hermoso este, se dieron tantos bombochíes, que no creo que a ojos vista haya necesidad de otro, salvo que reelijan a Trump, vuelva a apretarnos el pescuezo y haya otra vez necesidad de estrechar los lazos con nuestros connacionales.

—¿Entonces la llamo dentro de diecinueve años?

—No sea pesimista. De aquí a allá pueden suceder muchas cosas. Fíjese que culminamos esta conferencia con la noticia del primer negocio conjunto con un emigrado.

—Los emigrados somos negocio hace mucho tiempo.

—La remesa no es un fenómeno único de nuestra Isla. La inmensa mayoría de los emigrados de otros países, estén donde estén, sostienen o ayudan a sus familiares.

—Pero no tuvieron que suplicar para mantener su residencia.

—Por favor, si quiere que le atienda baje el tono.

—El tono, la llamada y la línea tengo que pagarlos bastante caro, veinte veces más que lo que tiene que erogar un amigo mío de Belice que vive en mi mismo piso aquí en Kuala Lumpur.

—¿Dónde queda eso?

—Es la capital de Malasia.

—Ah, sí, como quien va para Vietnam.

—Ya quisiéramos marchar como quien va para Vietnam.

—Si vamos a discutir sobre eso tendría que decirle que a nuestra economía le faltan brazos por tipos como usted que no fueron capaces de forjar un proyecto de vida en la Isla.

—¿Todavía hay proyectos de vida en la Isla?

—Claro que sí. ¿Se graduó usted de algo?

—Soy ingeniero en Explotación del Transporte Marítimo.

—…Volviendo a la conferencia: acuerdo, lo que se dice acuerdo, no se tomó ninguno. No hacía falta, porque «en esta oportunidad las iniciativas principales no giraron alrededor de nuevas medidas. Hubo que dedicar bastante tiempo a explicar y compartir lo ya hecho».

—Que se suprima el permiso de salida y se extienda a dos años un permiso de residencia en el exterior que debía ser eterno, ¿necesita de alguna explicación?

—Para usted quizás no, pero los que han asistido a estas conferencias se han visto «obligados a desafiar las amenazas y la violencia provenientes de los opositores al diálogo».

—Menos mal que coincidimos en algo. En 1980, dos años después del primer diálogo, se les dio bastante tranca a los que emigraron entonces.

—Que no eran más que «rescoldos de aquella república dependiente y dictatorial abolida», que huyeron al exilio «a buscar refugio y amparo para sus sueños de revancha y reconquista».

—Y les tiraron huevos. Parece que en aquel entonces no los querían, no los necesitaban. Los huevos digo.

—Son «coyunturas en las que comprendimos que la fuerza se nos multiplica si actuamos en conjunto».

—«Actuar en conjunto» no puede significar reírle la gracia a los de allá. Si fuiste capaz de irte en una balsa y fundar un proyecto de vida en otro país, lo coherente es que rechaces los fundamentos de la sociedad de la que huiste y a la que nunca querrás volver.

—No sea tan absoluto. Regresan a la patria «a apoyar, no para criticar, no para exigir, sino para aportar». Ya son muchos los que se han repatriado.

—«Repatriar» es de por sí exclusivo. Se supone que la patria no se pierde, mucho menos se otorga por decreto según inclinación política.

—Deje esas valoraciones para cuando venga a la próxima conferencia… si es que lo admitimos. ¿Alguna otra pregunta sobre este «ejercicio estrictamente cubano, entre cubanos y para los cubanos»?

—¿Sabe si se discutió la vieja demanda de que dejen a los de afuera participar en las elecciones?

—Primero tendrán que dejarnos elegir a los de adentro.

***

Caricatura: Wimar Verdecia / CXC.

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