Sueños

—En el programa «Pasaje a lo desconocido» hablaron del sueño. Me enteré de que uno de cada tres franceses tiene problemas para dormir.

—Eso es estrés. Sabrá Dios en lo que piensan a la hora de acostarse.

—Aquí los problemas los tenemos a la hora de levantarnos.

—Si aprovecharas la madrugada en pensar todo lo que resta por hacer, tu próximo día sería más provechoso.

—¿Pueden quedar ganas de pensar más allá cuando hemos dejado un más acá que nunca va más allá?

—El pesimismo te impide ver más lejos, de ahí que tu cerebro permanezca activo por la noche, pero pensando negativamente. Es lo que podría llamarse un período de inconsciencia sumamente inconsciente.

—Períodos de conciencia sumamente consciente es lo que ha sobrado en este país, y no ayudaron a resolver nada, si acaso hacernos soñar.

—Yo sigo soñando.

—Yo no. Desde que sacamos «pasaje a lo desconocido» y nos empeñamos en construir un nuevo modelo de sociedad me creí el cuento de los sueños. Renuncié al ahora para pensar en el luego. Llegó el luego y no sé dónde estoy ahora.

—Debes dormir más.

—Quién pudiera.

—Recuerda que se duerme para poder estar despiertos por el día, y si estamos despiertos por el día es porque se duerme.

—¿Pasará lo mismo con los sueños?

—Explícate.

—Se sueña para poder estar dormidos por la noche. Te levantas y descubres la inutilidad de ciertos sueños. Te das cuenta entonces que más que sueños son pesadillas.

—Es que no utilizas el concepto de pesadilla creativa. Olvidas que el sueño es un período de inconsciencia durante el cual el cerebro permanece tremendamente activo.

—Podría admitir que no me acuesto pensando, por ejemplo, en el desarrollo endógeno de los municipios, pero al final mi mal pagada posición de empleado público lleva a que mi sueño insuficiente no tenga la más mínima consecuencia para el día que vendrá después, como sí la tienen si otros no aprovechan el tiempo en la cama para levantarse tomando las decisiones correctas.

—Eres injusto con aquellos que se desvelan por hacer realidad los sueños.

—Será por eso que hablan mucho y hacen poco. La privación severa de sueño precipita la aparición de alucinaciones, de ahí que se confundan con la realidad las imágenes resultantes de la imaginación.

—Algunas hormonas que se producen mientras dormimos afectan el uso de la energía por parte del organismo.

—El uso de la energía se afecta mucho más cuando nos quitan la electricidad por la madrugada. Ahí sí que los sueños se reducen a cero. Las vueltas que no da el ventilador las damos entonces sobre nosotros mismos.

—Eres el vivo retrato de lo que oí en el programa: las personas que no duermen lo suficiente son más propensas a deprimirse.

—¿Acaso tus sueños son más sustanciosos porque duermes mejor?

—Hay sueños que, para cumplirse, no dependen de uno. Hay muchos empeñados en que nuestros sueños no se den. Leí no me acuerdo dónde que estamos en la era del desorden, un momento convulso en el cual convergen múltiples crisis, expresión de un capitalismo senil que saca fuerzas de donde no hay para, justamente, mantener su hegemonía.

—Si es eso, duerme tranquilo. El autor dice que el  capitalismo estadounidense agoniza, que el imperio, con sus sanciones, acelera su decadencia e irónicamente está cavando su propia tumba. Siempre hay gente más optimista que tú.

—Me conformaría con que se cumpla el sueño de poder llegar al 2030 con una Cuba próspera y sostenible.

—Con ocho libras mensuales de arroz, ¿no? Sueño ambicioso. El mío es más modesto: una visa, aunque sea en Vanuatu.

—Una isla que se hunde.

—Si quieres comenzamos a hablar de islas que se hunden.

***

Caricatura: Wimar Verdecia / CXC.

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