—¿Esta es el área de atención del Consejo Popular Tamarindo?

—Que yo recuerde, no tengo a nadie citado para hoy.

—Quería averiguar si reclutan gente para ir a combatir a Burundi.

—¿Hay guerra allá?

—Que yo sepa no, pero puede haberla pronto. Esas etnias tutsi y hutu se fajan por cualquier cosa.

—¿Y yo qué tengo que ver con eso?

—Usted nada, yo tampoco. Pero ¿no le resulta sospechosa la visita de Révérien Ndikuriyo, secretario general del partido Consejo Nacional para la Defensa de la Democracia de Burundi en momentos en que es descubierta una red de reclutamiento de soldados para combatir en Rusia?

—Quizás la manera no sea la más correcta, pero está claro que Rusia merece nuestra solidaridad. Esos ucranianos se fajan con ellos por cualquier cosa.

—No es «cualquier cosa» traspasar fronteras y caerte a bombazos.

—En Kiev no entienden que los rusos han ido a poner las cosas en orden, como quisieron ponerlas aquí en 1962. Mira la que armaron los yanquis por unos cohetes.

—¿Y cómo si son tan buenos, en el reportaje del noticiero de ayer no se dice nada de la colaboración del gobierno ruso con el esclarecimiento de los hechos? Parecería que Putin y Canel jugaban dominó mientras les saltaban la cerca del patio.

—A ver, que ya hay 17 personas detenidas. Fíjese si la Seguridad del Estado trabaja bien, que un padre declaró que a uno de sus hijos lo ayudaron, le dieron consejos, le dijeron que él no tenía necesidad de irse de aquí, y «le transformaron la cabeza para bien», no sabe de qué forma… ¿Por qué no explica qué tiene que ver Burundi con todo esto?

—Eso de firmar un memorándum que contribuya a conformar una «hoja de ruta» que materialice los propósitos de la visita del Ndikuriyo ese…

—Es lo que se hace en casos semejantes. ¿Tiene algo en contra de Ndikuriyo?

—Se le cuestiona que, en octubre de 2015, en medio de una de las crisis políticas más grandes que ha tenido ese país, preguntó a sus seguidores si estaban listos para que los manifestantes y los trabajadores fueran «pulverizados», término que recuerda el utilizado por las milicias hutus durante el genocidio de la vecina Ruanda.

—Supongamos que el tipo se las trae, y que de traer no trajo nada. ¿Qué sentido tiene que usted se vaya para allá?

—Irse siempre tiene sentido, no importa para dónde.

—¡Estamos hablando del país con el Producto Interno Bruto más bajo del mundo según el Banco Mundial!

—Banco Mundial con el que rompimos hace una pila de años.

—Ni falta que nos hace. Hemos logrado una bancarización bien nuestra, con recursos endógenos. En Burundi ni eso. Un estudio científico que abarcó 178 naciones determinó que la población de esa nación de África oriental es la que menos satisfacción con su vida posee.

—¿Cuántos países hay en el planeta?

—Más de doscientos.

—O sea, que quedaron más de veinte por encuestar.

—No acaba de responder mi pregunta: ¿qué haría un cubano en una nación cuya agricultura solo alcanza para exportar azúcar y café?

—¿La cuota de octubre será burundesa?

—Gracias que podemos importar. Burundi depende de ayudas extranjeras.

—Ah.

—¿Por qué no acaba de decirme a qué se dedicará usted en Buyumbura cuando concluya un virtual conflicto armado?

—A diseñar camisas. ¿No vio los modelos que se echa el Révérien ese?

—Me resultaron curiosos. Pensé que lo había vestido el Departamento de Vallas del Comité Central.

—Por ahí anda la cosa. Tengo fotos de más de cien murales de los Comités de Defensa de la Revolución. Llevados a camisas pueden significar una millonada. ¿Se embulla?

—Lo pensaré. Con lo del Congreso de los CDR los murales están que trinan.

—Quién quita que en Burundi, con tanta hambruna y escasez, hasta se interesen por nuestras regaderas. Sería como saldar una deuda de gratitud, ¿no?

***

Caricatura: Wimar Verdecia / CXC.

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