Cuba: ¿risas que esconden llantos?

Confieso que la mayoría de los chistes nunca me han dado risa, en particular, los que hablan del hambre en el Período Especial o los que se refieren a condiciones de vida paupérrimas. La tan manida frase: «los cubanos nos reímos de nuestras desgracias», siempre me ha parecido muy desafortunada. La juzgo un mecanismo de disociación, donde se ocultan las lágrimas y la frustración detrás de bromas que normalizan justamente lo que debe ser cambiado.

Es cierto que la risa tiene un potencial disruptivo: desacraliza, desligitima la autoridad. Durante muchos años he escuchado chistes contados entre susurros, donde se ridiculiza a los Castro o Pepito se convierte en un crítico acerbo de la situación socioeconómica. Esto deviene pequeña catarsis cotidiana y abre espacio para reflexiones que no son permitidas de otra forma. Las mismas personas que juran no hablar de política hacen bromas de marcadísimo cariz político: una de las tantas paradojas del comportamiento humano.

Estas subversiones hogareñas se convierten muchas veces en el antídoto de la frustración, en una pequeña rebeldía que desahoga y, por tanto, disuelve la ira en risas. Pero la ira bien canalizada es necesaria para el cambio social. Si mi malestar con los dirigentes lo transformo en burlas y con esto me conformo, ¿el sentido del humor no se convierte entonces en un instrumento de supervivencia del estado de cosas que me limita?

Mañach nos alertaba sobre cómo el choteo es un mecanismo de estandarización social, mediante el cual todo lo que sobresale se convierte en blanco de la ridiculización, coartando así la singularidad e intentando homogeneizarnos al máximo. El choteo nos sujeta, diría Foucault y, siguiendo la línea de este autor, en realidad es una forma de vigilancia por parte de las relaciones de poder.  

Me explico: ¿recordamos las caricaturas de Florito Volandero dibujadas por Virgilio Martínez Gaínza para la revista Mella en 1965? En estas se ridiculizaba a un joven, considerado marxista incluso, por tener actitudes poco masculinas según el canon machista usual. Florito termina yéndose porque encontraba poca comprensión, como dice irónicamente el texto. Este ejemplo, en apariencia simple, es una muestra de la homogenización social que se puede lograr con el choteo.

Vigila tus gestos y tus actitudes para que no te conviertas en un Florito y no seas blanco de las risas de los machos revolucionarios, parece decir. Más que una broma es una advertencia velada, sobre todo teniendo en cuenta que justo en 1965 se abrieron las UMAP. Por otra parte, sutilmente se homologan una serie de elementos, como ser homosexual con ser desafecto a la Revolución, y esto continúa siendo utilizado aún para intentar desacreditar voces alternativas dentro de la sociedad cubana.

Muchos de los carteles llevados a las marchas frente a la Embajada de Perú en 1980 tenían caricaturas donde personas que solo aspiraban a su derecho humano de salir del país eran dibujadas como gusanos, ratas e incluso comparadas con excrementos. Esa fue una manera de deshumanizarlas a través de la burla (¿recordamos a alguien que recientemente llamó a sus críticos «garrapatillas»?). De ello a convertir al acto de repudio en una fiesta, como tantas veces ha ocurrido, va un paso, y de ahí a celebrar la eliminación de una persona solo porque piensa diferente la distancia es mínima. La burla se convierte entonces en una forma de justificar la exclusión y hasta el exterminio. La política nacionalsocialista también hizo caricaturas de los judíos que luego enviaría a campos de exterminio.

Este  texto no aboga por una actitud ácida o por eliminar los chistes de nuestras vidas. No, la ligereza también es necesaria y la risa es un desahogo imprescindible. Lo que se intenta aquí es incentivar la reflexión sobre cómo, por qué y cuándo nos reímos. Hemos sido manipulados de muchas maneras y el choteo ha sido una de estas. Se trata de reconocer cuándo la broma en realidad es una ridiculización vana destinada a crear una opinión y una actitud pro-algo o anti-algo. Como en aquella canción de Carlos Puebla motivada por la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA): Cómo no me voy a reír de la OEA/ Si es una cosa tan fea/ Tan fea que causa risa

Aquí lo que se pretendía era desvirtuar a la organización de manera superficial, haciéndola parecer irrelevante ante miles de personas que ni siquieran conocían lo suficiente de ella o de la situación como para tener opiniones sólidas formadas. El chiste fácil es un arma política de alcance impresionante, particularmente cuando va reforzado por los prejuicios y estereotipos imperantes.  

Con esta idea quisiera terminar: varios de los prejuicios que tenemos como pueblo han sido cultivados, reforzados y relacionados. Es curioso que aunque la actitud oficial del gobierno cubano sea estar a favor de los derechos de los pobres, de los negros y de los homosexuales; en la práctica muchas de las campañas de descrédito que lleva la Seguridad del Estado en contra de opositores o voces alternativas, se basa justamente en desacreditarlos a través de la aporofobia, de la homofobia y del racismo. Muy a menudo lo hacen mediante chistes de dudosa calidad, sostenidos por la creencia de que el choteo es un rasgo esencial de nuestra idiosincrasia; por tanto, es propio de cubanos burlarse del otro, incluso cuando este está abocado a defender nuestros derechos.

Con esto nos volvemos una cámara de resonancia de ataques a la reputación de los demás y en instrumento de legitimación del sistema. La risa es muy cubana, pero ¿debería serlo la burla malintencionada, esa que manifiesta una clara función política conservadora de un status quo insostenible?

Roberto Garcés Marrero

Profesor. Doctor en Antropología Social (UIA, 2022). Doctor en Ciencias Filosóficas (2014).

https://www.facebook.com/roberto.garcesmarrero
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