Cuba y Guatemala, trasfondo desconocido de una antigua polémica
Hace algunas semanas —en ocasión de la investidura como presidente de la República de Guatemala del Sr. Bernardo Arévalo—, recordé una serie de acontecimientos que vinculan a Cuba con el destino de aquel país. En vistas de que son muy poco conocidos, me pareció procedente escribir sobre ellos y sus consecuencias más cercanas.
En octubre de 1948 tomó posesión de la presidencia de la República de Cuba, el Sr. Carlos Prío Socarrás. Con él llegó al poder, por segunda vez en esos años, el Partido Auténtico. Como Ministro de Educación fue designado Aureliano Sánchez Arango, quien ocupara el cargo hasta finales de 1951. Durante su mandato se produjo una relación particular con su homólogo guatemalteco, Sr. Raúl Osegueda, debido a que se intentaba traer a Cuba los restos de José Joaquín Palma, cubano ilustre, autor de la letra del himno nacional de Guatemala, hermoso y vibrante de patriotismo.
Por esos tiempos ocurrían en aquel país situaciones que indicaban la intención de dar un golpe de estado al presidente Juan José Arévalo, electo por su pueblo poco antes. Los hechos posteriores sugieren que entre ambos ministros se planteó la posibilidad de que Cuba prestara ayuda en armas a Guatemala, con la esperanza de colaborar para evitar que tuviera éxito un acto tan deleznable.
Con tal propósito se comenzaron conversaciones. Una de ellas tuvo lugar entre los mandatarios de ambos países durante una madrugada en Ciudad de Guatemala. Hacia allá viajaron, para reunirse con el presidente Arévalo, Aureliano y el presidente Prío, sin que este último hubiera solicitado permiso al Congreso para abandonar la Isla —requisito constitucional de entonces—, ya que no quería levantar sospechas de lo que se planeaba. Con la intención de evitar desconfianzas, las delegaciones cubanas que marcharon a Guatemala para lograr el traslado de los restos de Palma fueron numerosas y llegaron a incluir funcionarios y familiares a quienes no les hubiera correspondido viajar en otras circunstancias.
Las armas fueron efectivamente enviadas desde Cuba —en lo que podría considerarse su primer apoyo oficial a otro pueblo—, por la aviación cubana, uno de cuyos pilotos fue Enrique Carreras Rolás. Este oficial continuó en las fuerzas armadas aun después de 1959, hasta su muerte, llegando a alcanzar los grados de general. El hecho del traslado fue relatado por él al periodista Luis Báez en su libro Secretos de Generales, publicado hace varios años, sin que se explicaran adecuadamente las razones por las que se realizó el envío.
¿Primera ayuda internacionalista del gobierno de Cuba, cuando esto no resultaba práctica común, como fuera después aplaudida, y objetada, en la era de Fidel Castro? En todo caso, esta colaboración con otro gobierno para mantener la democracia y evitar el regreso a gobiernos dictatoriales, tuvo en la Isla consecuencias particulares.
En junio de 1951, mientras era entrevistado por un periodista, Aureliano acusó de especulador del café y maltrato a obreros agrícolas en una finca de propiedad familiar, al dirigente de un partido oposicionista y candidato a la presidencia en las siguientes elecciones: Eduardo Chibás. Esta imputación provocó el inicio de una polémica larga y con resultados inimaginables entre ambos contendientes.
El opositor, miembro del Senado, conocedor de las continuas visitas al país centroamericano realizadas por el ministro, y al tanto de que las misiones llevadas a cabo eran en extremo delicadas, por lo que no debían hacerse públicas, respondió acusándolo de haber robado los dineros de su organismo y usarlos para construir un reparto residencial en Guatemala. Como se extendía la polémica y Aureliano exigía constantemente las pruebas de su corrupción, Chibás cambió la denuncia por la de que había adquirido, junto a su colega guatemalteco y a los presidentes de ambas naciones, un emporio maderero.
Al mantenerse la exigencia de Aureliano de que fueran presentadas las pruebas, y sabiendo que estas no existían y que la denuncia solo formaba parte de la manera habitual en que ese político enfrentaba su campaña presidencial; él mismo, en un programa radial, decidió dispararse en el abdomen pensando que podría desviar de ese modo la atención de un asunto que no tenía manera de soslayar. Desafortunadamente para él, por complicaciones posteriores, cuando ya se recuperaba del disparo falleció a los once días del hecho.
Hoy me decido a relatar estos acontecimientos que pueden resultar de interés para ambos pueblos, y en particular para el presidente Bernardo Arévalo, que resulta ser hijo de aquel a quien Cuba pretendió apoyar entonces para proteger su democracia. Por último, para aquellos que no me conocen, soy la hija de Aureliano Sánchez Arango, razón por la que tengo en mi poder las fotos anexas y puedo relatar, de primera mano, estas anécdotas que hoy comparto con ustedes.