—Buenas tardes. Le llamo porque estoy interesado en la impresora 3D.

—Está nueva. Solo la usé para las tiras de una chancleta que se le rompió a mi suegra. No quiera ver lo contenta que se puso.

—Quisiera imprimir otra, pero va a salir más barato cambiar de mujer. Con todo y lo nueva que está (la impresora digo), la está tirando duro.

—Lo vale. Imprime hasta una lavadora si le da el diseño. Con eso recupera el monto.

—Rebájeme la mitad.

—Buen chiste. Con esa gracia, no sé por qué la suegra se lleva mal con usted.

—Déjeme explicarle. Verá que es pura inversión lo que le propongo: limpia, con dividendos jugosos y rápidos.

—Le imprimo.

—El servicio de prensa de la Universidad Estatal de Medicina Sechenov, de Rusia, informó que sus profesionales crearon un análogo del tímpano a partir de células vivas y colágeno. Lo hicieron en una impresora 3D más mala y barata que la suya.

—¿Qué tengo que ver con eso?

—Células vivas hay donde quiera. Colágeno no encontré en Revolico, pero seguro aparece. Iré a La Cuevita a ver. Encargaré de paso la biotinta. Hay que agregar hidrogel biocompatible y esferoides celulares que aquí cerca, en Suchel, se resuelven.

—Puedo ayudarle. Tengo un…

—Lo suyo es la impresora. Las matrices de colágeno se ponen a añejar con media libra de azúcar blanca…

—¡¿Azúcar blanca?!

—Me deben la de julio. Del mofuco que se obtiene surge el biopapel con que finalmente se imprimen los tímpanos. Para restaurar la perforación de la membrana timpánica, se crean estructuras de ingeniería del tejido orgánico nuevas y más complejas. ¿Imagina el alcance de que en plena Habana, encadenada, surja una empresa para producir membranas interiores del oído?

—No es mala la ocurrencia, pero dudo le autoricen el negocio.

—Lo proponemos como mipyme con un nombre pregnante: «Otorring».

—«Dé un timbrazo y oiga».

—¿Ve? Ya propuso un eslogan. Se está comprometiendo.

—Dinero llama dinero.

—Lo mío no es sacar plata, por lo menos en un primer momento.

—Ah.

—Fui fundador del Polo Científico del Oeste. Lo único que le saqué fue un apartamento que terminé con esfuerzo propio. Decidí pedir mi baja cuando me enteré de lo que le pagan a mi jefe tras su jubilación. Mis conocimientos científicos son amplios, mi bibliografía mayor. Estudié Microbiología y Robótica Aplicada. Cuando leí lo del tímpano le dije a mi mujer: «Si en Moscú pueden, por qué no yo». Ya tengo el proyecto para una membrana cubana de mejor calidad, con componentes endógenos.

—¿Y a cuánto iríamos?

—Qué más quisiera que mitad y mitad, pero el proyecto es ambicioso, la inversión mayor. Tengo diseñadas unas pupilas y retinas de lo más chulas, también imprimibles si decide ayudarme con esto.

—Asere, ¿no es mejor probar primero con los tímpanos? Es negocio redondo. La sordera y la pérdida de audición son un problema común y un desafío para los otorrinolaringólogos, ¿oyó?

—El especialista de la Universidad Sechenov fue más enfático: «La perforación del tímpano afecta a millones de personas en todo el mundo, conduce a la pérdida de audición, y por lo tanto a una violación de la adaptación profesional y social y una pérdida de calidad de vida».

—¡¿Qué sabe él de «calidad de vida»?! Que nos pregunte a los cubanos. Pero concrete.

—Con su impresora 3D, para empezar, hacemos un lote de cien tímpanos e igual cantidad de pupilas y retinas. Se las ofertamos gratis…

—¡¿Gratis?! Brother, usted está mal. Dígaselo a su suegra a ver si…

—Déjeme terminar la frase: se las ofertamos gratis al presidente, al primer ministro, a los viceministros, al Buró Político, a los vicepresidentes, al Consejo de Ministros y al Comité Central. No será la solución, pero sí la esperanza de que de una vez y por todas oigan voces diferentes, o las de aquellos que saben, y acaben de mirar la realidad veinte por veinte.

—La dono.

***

Caricatura: Wimar Verdecia / CXC.

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