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Cuba: Nuestro nudo gordiano y algunas incógnitas actuales

-I-

Los cubanos estamos hoy en una especie de nudo gordiano, una problemática complejísima de difícil solución o desenlace pero que, a diferencia de la leyenda griega, no da igual cómo se corte o desate. Intento en este artículo llamar la atención sobre ciertas interrogantes que atizan los debates y determinados factores que gravitan sobre la opción de un Diálogo Nacional, que he fundamentado en varios textos.

Se reiteran cuestionamientos como: ¿reformar o transformar?; ¿por dónde empezar: lo económico, lo político, ambos?; ¿cuál debe ser la prioridad: crisis nacional, relación bilateral con EE.UU. o ambos?; ¿cuánto es posible dilatar la transición?

Parte del nudo está aderezado con los efectos nocivos y acumulados del totalitarismo, que alcanzan incluso la mente de sus detractores. Ante las preguntas referidas, se constatan palabras y consignas que bloquean entendimientos, la crítica a toda fórmula que surge, o esperar a que el cambio ocurra desde arriba o por arte de magia.

A veces se invocan fórmulas anacrónicas, otras exitosas pero en contextos muy diferentes, o se niega tácitamente toda variante dialogada. Se habla, por ejemplo, de acciones violentas, o de la protesta en la calle sin retorno hasta que caiga el gobierno ¿y? ¿qué sigue? ¿existe una oposición o alternativa clara, articulada y con reconocimiento popular para responder a esa eventualidad?.

Respecto a un eventual proceso de Diálogo Nacional —que sigue siendo a veces incomprendido, manipulado o tergiversado, incluso no siempre de forma malintencionada— el atrincheramiento pulula entre actores claves. La postura más negativa, de falta absoluta de voluntad política para dialogar con contrapartes, es la del Partido/Gobierno/Estado. En la diáspora y la sociedad civil al interior de Cuba, incluida la oposición, hay zonas de resistencias pero también cada vez más a favor.

-II-

No pretendo dar respuestas tácitas a las incógnitas, sino ofrecer algunos elementos importantes para reflexionar y situar el foco correctamente:  

  1. Las fórmulas de esperar a que por generación espontánea el sector privado impulse cambios políticos, a priorizar los cambios económicos esperando que sobrevengan los demás, a simultanear el diálogo nacional y el bilateral con USA o anteponer este último, no resultan convincentes. Demasiado arriesgadas, si no políticamente ingenuas o intencionadas para perpetuar el régimen.

    El proceso de transición debe ser sistémico y estratégicamente enrumbado a transformar, «cortando por lo sano» —como reza la leyenda del nudo— porque conocemos la esencia del problema y todas sus implicaciones. Las variantes mencionadas, en todo caso: suponen excesiva dilación de la salida a la crisis nacional; favorecen una resolución engañosa del conflicto —el verdadero cambio fraude que también sería copiar a China, Rusia o Viet Nam, por ejemplo—; y solo beneficiarían a los sectores del poder y a la continuidad de un sistema político que, por su naturaleza, es autoritario, antidemocrático y violatorio de los derechos humanos.

  2. La prioridad debe ser resolver el conflicto nacional. Hacia futuro existen escenarios más o menos probables (1, 2, 3), y también deseables con objetividad. Urge apostar por el más conveniente y trabajar para eso. Significa pujar por donde quiera que haya brechas o se puedan abrir ventanas de oportunidad para la transformación, acciones en el ámbito legislativo por todos los temas posibles (género, manifestación, medioambiente, etc.), cambios constitucionales, iniciativas comunitarias ocupando espacios, educando cívicamente y construyendo hegemonía del discurso alternativo al poder en las más diversas esferas, entre otras iniciativas. La lucha democrática conducirá al gobierno a tener que aceptar una salida dialogada.

  3. Colocar los diálogos —nacional y bilateral— (1, 2) en igualdad de condiciones y prioridad, o condicionar el primero al segundo, tornará el proceso mucho más complejo y arriesgado. Si se lograra la transición, sería por un camino mucho más largo y de consecuencias impredecibles. Son procesos diferentes en propósitos, actores y resultados esperables. El Diálogo Nacional sería entre gobierno, sociedad civil, incluidas la oposición política y la diáspora, preferiblemente articuladas en alianzas. El otro es un diálogo bilateral (intergubernamental) con los EE.UU. muy importante, pero que debería ser con un gobierno cubano derivado de elecciones libres.

  4. Simultanear esos diálogos puede resultar peligroso para Cuba y malograr ambos procesos. Al menos por tres razones: 1) puede servir de recurso para obviar o nublar la solución del conflicto nacional propiamente;  2) puede ser una manera de no cambiar nada por hacerlo depender todo de un factor externo sobre el cual la ciudadanía no tiene control; ojo, una parte de las estructuras del poder y seguidores, incluyendo intelectuales, llevan tiempo condicionando los cambios internos a un cambio radical de USA y la relación bilateral con Cuba;  3) a esta altura el gobierno cubano no ofrece confianza y garantía para un diálogo bilateral que esté de espaldas a la ciudadanía y 4) son problemáticas muy complejas para encararlas al mismo tiempo y únicamente con el gobierno —ilegítimo, débil, parasitario y con mentalidad dependiente— como actor clave en ambos.

-III-

El escenario es convulso y caótico, pareciera no haber salida. El Partido/Gobierno/Estado está en su fase final, pero todavía cuenta con reservas para la dominación totalitaria. Frente a él, se percibe un espectro atomizado que intenta articularse y trascender, pero donde muchas veces prevalecen más las diferencias y reservas.  

Urge pensar la transición con responsabilidad, encarar el contexto y sus desafíos con originalidad y determinación. Para un eventual proceso de Diálogo Nacional —desde su preparación por exponentes de las partes en conflicto—, conviene tomar nota de seis puntos de partida adicionales a los considerados en 2021.

Del ámbito externo: 

  1. Un rasgo positivo que supone retos: las nuevas condiciones del siglo XXI para los procesos transicionales o transformadores. La época de las revoluciones armadas y dictaduras militares puras pasó. Se impusieron las vías democráticas, muy difícil en contextos pos-totalitarios como el cubano. La experiencia internacional confirma lo complicado del proceso, riesgos y opciones. Los expertos/autores de «Las transiciones de la democracia: entre la libertad y el autoritarismo», realizan un amplio repaso al respecto. 

Otros dos son negativos:  

2. Retrocesos democráticos y de derechos humanos aparejado de alianzas transnacionales (bilaterales y multilaterales) de dictaduras autocráticas y totalitarias.

3. Intereses geopolíticos y pro-activismo de China y Rusia frente a un gobierno cubano debilitado y aferrado al poder. Se juega así en la lógica de Guerra Fría, usando tal fórmula de espaldas a la ciudadanía con el fin de salvarse o ganar tiempo y presionar a la administración estadounidense —su verdadero interés— para lograr un deshielo a su conveniencia. Otra vez una oligarquía cubana con mentalidad dependiente y Cuba entre los grandes poderes mundiales. Es factor peligroso, políticamente irresponsable para la soberanía y la seguridad nacional, que compromete los destinos de la nación. En la práctica, como declaró hace poco DFrente, el gobierno actúa en defensa de un nuevo orden imperialista.

En el ámbito interno, por su parte, se han profundizado tres debilidades:

  1. La polarización y marcada asimetría entre las posibles «partes» de un Diálogo Nacional: el gobierno y sus soportes y una o varias alianzas de la sociedad civil independiente, la oposición política y la diáspora.

  2. Al extremismo político se suma la desesperanza en amplios sectores, como obstáculo para traducir el malestar ciudadano en estrategia política capaz de articular consensos y decidir el cambio. Influyen aquí el debilitamiento de la sociedad civil y la oposición por la represión, así como el destierro y exilio de líderes —reales y potenciales— y activistas.

  3. El arraigo de una cultura no dialogante. Su efecto en la falta de educación cívica y cultura política y democrática. Ello facilita el inmovilismo, permite arreciar con impunidad la represión y profundiza los daños psicosociales a escala familiar y social.

-IV-

No obstante, urge allanar el camino, examinar a fondo y difundir las diferentes fórmulas procurando conocimiento informado y consensos. Ello evitaría confusiones, improvisaciones y/o desestímulo a los actores políticos y la ciudadanía respecto a posibles salidas en que los de abajo no sean excluidos. Que sean reales actores de cambio capaces de hacer valer la soberanía popular.

No es imposible. Hoy existen varios intentos de articular alianzas, como la del Consejo para la Transición Democrática (CTDC), la Concertación Democrática DFrente y otros, con importantes puntos en común como los presos políticos, derechos humanos y democracia. También diversas propuestas de transición y de futuro para Cuba, iniciativas y proyectos haciendo trabajo cívico dentro y fuera de la Isla —como CubaXCuba, la Red Femenina de Cuba, el Centro Convivencia y Cuba Próxima— y un mayor activismo a escala internacional. Asimismo, existe más conciencia de la importancia y pertinencia de la lucha no violenta y el pensamiento estratégico para transitar a la democracia.

Aun con las limitaciones y riesgos que pueda tener, la mayoría de las transiciones, e incluso las guerras, pasan o terminan con diálogos y negociaciones. Continuar satanizando esas variantes de salida a la crisis solo prolonga la vitalidad del régimen y la agonía de la ciudadanía. Acelerar la quiebra del bloque dominante y perseverar en la lucha democrática son claves para trascender este caos al que la clase política ha llevado al país.  

Nuestro nudo gordiano es fuerte pero desatable y requiere rápida solución. No necesitamos un Alejandro Magno sino el patriotismo, la inteligencia y energía colectivas. Es vital comprender el contexto, aprovechar las grietas del poder, rebasar las adversidades y convencerse de que el Diálogo entre las partes en conflicto es la salida más conveniente para todos. Aprehendamos los símbolos de la leyenda, en especial el pensamiento creativo —que además abona a la confianza y la superación de la adversidad— y la potencia que tiene la unidad.