Humbolt 7 y la traición que nunca duerme

Investigar sobre los sucesos de Humboldt 7 no es sencillo para estos escritores, criados bajo la influencia de un abuelo que fue miembro del Directorio Revolucionario 13 de marzo (DR 13/M) en la provincia de Las Villas. Los nombres implicados, y el hecho en sí mismo, eran muy cercanos. Aquellos fueron siempre «nuestros mártires del Directorio».

Sin embargo, la justicia y la verdad son, o deberían ser, valores colocados por encima de cualquier postura política, pues ellas forman parte de la dimensión ética. Además del orgullo por su pertenencia a la dirección del DR, nuestro abuelo nos legó un gran sentido de la honestidad y el decoro. El mismo que mantuvo el Comandante Guillermo Jiménez, Jimenito, hasta el final de su vida.

Buscar la verdad a veces conlleva enfrentar los pilares educativos y sociológicos que conforman la personalidad de cada uno. Las preguntas que nos hacemos son, de cierta forma, las mismas que merecieron una respuesta para aquella generación del DR que murió con el desgarro del 20 de abril y los sucesos de 1964 ―juicio a Marcos Rodríguez― retumbando en su conciencia. ¿Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la historia que conocemos acerca del referido juicio es toda la verdad?

Incongruencias, crímenes y castigos

El proceso legal, pese al cuidado y anticipación con que fue preparado, está plagado de contradicciones, puntos significativos ignorados y un deseo manifiesto de hacer política por encima de la justicia. Las muchas dudas generadas por aquellos hechos, reforzadas luego por la academia, emanan de la propensión del discurso revolucionario a presentar verdades a medias como absolutas.

Para analizar los juicios a Marcos Rodríguez nos apegamos a la información que conoció el pueblo a través de la prensa y la televisión entre marzo y abril de 1964. Dicha información fue sometida a un proceso de estudio, orientado a encontrar contradicciones en lo expuesto para, finalmente, valorar todo heurísticamente, generando preguntas y dudas razonables.

El acusado Marcos Rodríguez en el juicio (Deena Stryker Photographs-Duke University)

Lo primero que salta a la vista en un artículo de Luis Báez publicado por la revista Bohemia del 20 de marzo de 1964 ―aparecido originalmente en el rotativo Revolución― es que comienza afirmando que Marcos fue militante de la Juventud Socialista durante dos años. Curiosa afirmación de inicio para describir un proceso encaminado precisamente a librar de culpas al antiguo Partido Socialista Popular (PSP).

La edición de Bohemia del día 27 reproduce las palabras de Faure Chomón ―líder del DR13―, en la primera vista del juicio. Allí afirma que inicialmente hubo tres sospechosos: Marcos Rodríguez, Eugenio Pérez Cowley y «un tal Zaragozi»; si bien declara que a los dos últimos los descartaron rápidamente.

Explica asimismo que ellos desconfiaban del acusado desde diciembre de 1955, pues Marcos estaba presente mientras el Directorio llevaba armas para ser usadas en una manifestación en la que se dispararía por primera vez contra la policía, y asegura que los delató a la Juventud Socialista, cuyos miembros le hicieron saber al siguiente día que no aprobaban esa acción. De guiarnos por las declaraciones de Faure, podría creerse que el plan de disparar contra la policía era secreto. Sin embargo, el asunto era un secreto a voces en la Universidad. Varios testimonios publicados lo reafirman, así como comprobaciones realizadas mientras escribíamos este artículo.

Policía frente a la Universidad.

La declaración de César Gómez, entonces secretario de la Juventud Socialista, en el segundo juicio fue: «El día de la manifestación, que se tiró desde la Universidad, lo sabía toda la Universidad. Yo me enteré en Ingeniería de este problema, que iba a haber una manifestación ese día, estábamos allí convocados, y que se le iba a tirar a la policía. Eso armó un gran revuelo entre los estudiantes y mucha gente se rajó de bajar en aquella manifestación por aquel motivo».

Como parte del argumento de la presunta primera delación de Marcos, Faure realiza otra importante ―y soslayada― declaración: «Así comprobamos la actitud incorrecta de Marcos Rodríguez y acordamos aislarlo de la organización, ni siquiera lo expulsamos cuidando de no afectar las relaciones de nuestra organización con la Juventud Socialista».

¿A qué se refería Faure? Hasta el día en que reparamos en dicho fragmento, habíamos dado por verdaderas las muchas afirmaciones de que Marcos Rodríguez no era integrante del DR, sino un colaborador que llegó a ser muy cercano. ¿No era cierto? ¿Mintió Faure en su afán por demostrar que el PSP los espiaba a través de Marcos? Recordemos que su declaración ―una de las más fuertes y valientes que probablemente haya realizado― se produce en el primer juicio, en el cual la tesis del DR13 de que el PSP estaba involucrado en el crimen de Humboldt 7, provocó gran revuelo y la realización de la segunda vista.

Luego de afirmar que lo apartaron, Faure expresa: «Desde entonces es que nos cuidamos de Marcos Rodríguez, hasta que vuelve a aparecer en Humboldt 7, es una situación muy difícil en que no teníamos un lugar donde estar y así es que se acepta ir a Humboldt 7, a pesar de la presencia de Marcos Rodríguez». Es preciso subrayar que, aunque Faure se expresa en plural, pues en teoría él también iría a Humboldt 7, finalmente aplazó por veinticuatro horas la determinación de sumarse a sus compañeros.

Es cierto que el hostigamiento había obligado, según Julio García Olivera, a efectuar trece cambios de casas. Pero si desde diciembre de 1955 existían sospechas sobre que Marcos «solo se dedicaba a espiar», ¿por qué juntar, por vez primera desde el 13 de marzo, a cuatro de los hombres más buscados de La Habana en una dirección no segura, conseguida mediante un conocido delator?

Volvamos ahora a la afirmación del Comandante Chomón sobre que habían descartado como sospechoso a «un tal Zaragozi». Es muy interesante, pues Guillermo Jiménez testimonió en el segundo juicio que, según le comunicó la embajadora, Zaragozi visitaba a Marcos en la embajada de Brasil, donde había hallado refugio. Probablemente se trate de Ricardo Zaragozi, un individuo cuya hoja de servicios antes, durante y después ―hasta donde hemos investigado― no se cruza con la de Marcos Rodríguez. Tampoco existe un solo testimonio que los relacione como amigos o conocidos.

De izquierda a derecha, en primera fila: René Vallejo, Faure Chomón, Jesús Montané, César Escalante, Carlos Rafael Rodríguez, Raúl Roa, esposa de Dórticos, Osvaldo Dórticos, Emilio Aragonés y Augusto Martínez Sánchez. En segunda fila, detrá de Carlos Rafael y Roa se encuentran Joaquín Ordoqui y Edith García Buchaca. (Deena Stryker Photographs-Duke University)

¿Por qué lo visitaba? ¿Por qué nadie se preguntó esto en el juicio? En lugar de ello, durante el testimonio del Comandante Jiménez, tanto el fiscal como el presidente del tribunal intentaron salvar la responsabilidad del antiguo PSP al enfatizar que Marcos no tenía nada que ver con ellos.

En el segundo juicio también testimonió Raúl Valdés Vivó, que fuera secretario de la Juventud Socialista en la Universidad antes de César Gómez. Su declaración evidencia contradicciones en cuanto a la relación de Marcos con dicha organización. Comienza diciendo que nunca perteneció, que ni siquiera prestó servicios a ellos, y que las relaciones que sostuvieron con él fue como miembro del DR. Poco después reconoce que sostuvieron al menos una conversación donde les informó aspectos internos del DR.

Las sospechas sobre Marcos Rodríguez venían de larga data. En realidad, fue juzgado cuatro veces desde 1957. La primera vez en México, por miembros del 26 y algunos integrantes del PSP, entre otros: Osmani Cienfuegos y Emilio Aragonés. En esa ocasión dictaminaron que no existían pruebas suficientes de traición. La segunda oportunidad fue en 1959, en Columbia, pero el investigador dictaminó, y así lo explicaría en el juicio de 1964, que no tenía pruebas suficientes para condenarlo. El propio Comandante Chomón, en el segundo proceso del 64, declaró: «Marcos Rodríguez tenía toda nuestra sospecha, pero no había pruebas que demostraran que era el culpable y que pudieran originar un enjuiciamiento y castigo por un tribunal revolucionario». Entonces ¿qué había cambiado para 1964?

Primero: que luego de dos años preso en manos de la Seguridad del Estado, Marcos Rodríguez finalmente había confesado. Segundo: que desde la celda donde estaba aislado y donde únicamente tenía contacto con los oficiales del G2, se las había arreglado para escribir una carta y sacarla del presidio. Dicha misiva iba dirigida a Joaquín Ordoqui, importante dirigente del PSP ―en ese momento viceministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias― y en ella el reo hacía acusaciones muy serias si el Partido no intercedía en su caso. Se realizaron tres copias de la carta y se hicieron llegar a Alfredo Guevara, a Faure Chomón y a la Seguridad del Estado.

La existencia de esa epístola afectaría irremediablemente el estatus del veterano y poderoso matrimonio de líderes comunistas formado por Ordoqui y Edith García Buchaca, pues las dudas que sembró sobre la figura del viceministro de las FAR, sirvieron de base luego al proceso que lo condenaría a él a prisión domiciliaria, y a ambos al ostracismo.

El informante de Humboldt 7

Entre marzo y abril de 1957, el Directorio Revolucionario escribió las páginas más heroicas y trágicas de su historia. El 13 de marzo, en los hechos del Asalto a Palacio y toma de Radio Reloj, perdió la vida el presidente de la FEU, José Antonio Echeverría, junto a otros valientes miembros de esa organización y a figuras opuestas a Batista, aunque sin filiación con el Directorio. Fructuoso Rodríguez se haría cargo de la dirigencia del Directorio y de la FEU, en medio de una persecución feroz a los sobrevivientes. Entre sus premisas fundamentales, estaba la negativa a asilarse en una embajada.

El DR no había conseguido estabilizarse cuando el 20 de abril, como consecuencia de una delación, fueron asesinados el propio Fructuoso, dos de sus más relevantes hombres de acción: Juan Pedro Carbó y José Machado Rodríguez, Machadito, y un joven casi desconocido: Joe Westbrook. El daño a la organización, y a su decisivo rol en la lucha urbana ante el régimen, estaba consumado. A los supervivientes del DR les costó mucho recuperarse de estos golpes fulminantes, pero la organización, con espíritu resiliente, consiguió reestructurarse, ser una fuerza activa en el combate contra la dictadura batistiana, y llegar a abrir su propio frente en las montañas del Escambray.   

En la reconstrucción cronológica de los sucesos de Humboldt 7 se entrecruzan senderos amargos. La pesquisa se pierde entre informaciones cruzadas, el relato oral ―con sus imprecisiones― y, especialmente, en la sensación de que sobre la delación se cernió un nubarrón político a partir de 1959, precisamente en el momento en que habrían podido tenerse los elementos que permitieran esclarecer los hechos.

No se puede afirmar que la bibliografía sea insuficiente; sin embargo, el suceso semeja un nudo gordiano imposible de cortar, pues cuanto más se lee, más se duda. Algunos materiales que podrían ayudar son los archivos del PSP, los de la Quinta Estación de la Policía de Batista, los del Buró de Investigaciones o los del Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC), que manejaban información respecto a delatores y agentes infiltrados en las filas opositoras.

Tales fuentes no han sido liberadas ni fueron empleadas en el juicio, pese a que el fiscal preguntó directamente a Marcos Rodríguez: «¿Usted no tenía temor, estando en el extranjero, de que cuando aquí la Revolución se apropiara de los archivos de Ventura se descubriera, se viera su nombre como uno de los informantes que tenía?».

Eso, sin señalar a los agentes infiltrados por el PSP y el M26 en los órganos represivos de la dictadura; entre ellos: Mario Betancourt Pichardo, secretario personal de Ventura Novo en la Quinta; Mario Enríquez Laverde en el Buró de Investigaciones o el sargento José El Chino Fernández Wong, en la 17 estación, a quien se debe la creación de una red de ocho policías de distintas estaciones que colaboraban con el M26.

Las anteriores son algunas de las razones que impidieron entonces, e impiden hoy, obtener conclusiones esclarecedoras respecto a la delación, por lo cual quedan solo presunciones circunstanciales. Los hechos sí son definitivos, y sus repercusiones permanentes ―como se verá en quienes mantuvieron una postura contraria a la voluntad de Fidel Castro en el segundo juicio.

En el extenso alegato del Dr. Grillo Longoria, uno de los penalistas del PSP desde los años treinta, se intercalan momentos de brillantez jurídica que trastocan la posición de la Fiscalía, de los testigos, e incluso del presidente del Tribunal. Pese a este capaz ejercicio de la defensa, sorprende que su apelación se sustentara en una nimia argumentación que solicitó anular la pena capital al alegar que su defendido aún no había cumplido los veintiún años, mayoría de edad legal entonces.

Declarando Fidel Castro, a su izquierda, observándolo, el abogado defensor Dr. Grillo Longoria quien no sufriría problemas después del juicio. (Deena Stryker Photographs-Duke University)

Dicho alegato aparece íntegramente en la edición de Bohemia del 27 de marzo de 1964. Ninguna valoración que se haga sobre la culpabilidad o no de Marcos en la delación, puede dejar de notar el absurdo ejercicio de defensa realizado por un abogado capaz, preparado y curtido en juicios, que asumió varias veces la culpabilidad de su defendido mientras abría varias grietas en los testimonios, a las cuáles, sin embargo, no acude posteriormente.   

Los cuerpos de los mártires del DR estaban tendidos todavía en el Segundo Centro de Socorro, cuando el espíritu culpable de la delación se manifestó. En el número del 21 de abril, así lo sugiere Diario de la Marina, sin mencionar fuentes directas ni a Ventura Novo como encargado de la operación policial. Solo se alude al asesinato de cuatro jóvenes y al escape de, al menos, dos más con vida, y son nombrados Fructuoso, Machadito, Juan Pedro y, erróneamente, a Pérez Cowley en lugar de Joe Westbrook.

Será el diario Tiempo en Cuba ―de Rolando Masferrer―, el que en la edición de ese domingo nombrara directamente, como uno de los fugados, a «Armando Marcos Rodríguez» (nombre por el que solo lo conocían los comunistas y que data de su etapa de conserje en la sociedad «Nuestro Tiempo»). Este tipo de información pública, filtrada con intencionalidad a la prensa por parte de la policía, en especial por Ventura, como reconoce en sus memorias, era práctica habitual de encubrimiento de delatores.

Esta alusión lo coloca por vez primera en el foco de las sospechas del DR. El día 23, el nombre de Marcos Rodríguez Alfonso se esparce por distintos focos informativos, traspasando incluso las fronteras nacionales, según se lee en la edición de El Diario de Las Américas.

«Mi primera noticia de la existencia de Marcos Rodríguez no fue precisamente con el nombre de Rodríguez. Yo lo conocí con el nombre de Armando. ¿Por qué? Porque entró de conserje en la sociedad "Nuestro Tiempo". "Nuestro Tiempo” era una sociedad de intelectuales con proyección de izquierda, era una sociedad de frente único revolucionario, orientada por eI PSP…». (Deena Stryker Photographs-Duke University)

La delación de una fuente confiable, probada y garantizada («X-4» en el argot policial de la época) es la única explicación para que durante las festividades de Semana Santa se desplazaran el general Hernando Hernández, jefe de la policía; los coroneles Orlando Piedra, jefe del Buró de Investigaciones; Conrado Carratalá, jefe del Departamento de Dirección de la Policía; Dámaso Montesino, inspector del Primer Distrito y Martín Pérez, jefe del servicio de la Radiomotorizada; el teniente coronel Mariano Faget, segundo jefe del BI y un par de meses después jefe del BRAC; y los capitanes Glerys Hernández, jefe de la Sexta Estación; y Esteban Ventura Novo, este último responsable directo de la operación.

La información suministrada por el delator garantizaba un golpe tremendo al movimiento insurreccional en las ciudades. Todos los oficiales que se enteraron, o fueron convocados, querían salir en las fotos del día siguiente. La presencia de tantas fuerzas en las cercanías de Humboldt 7 ese Sábado Santo, alrededor de las seis menos diez de la tarde, será uno de los tantos hilos perdidos de la historiografía oficial que no fueron aclarados en el juicio.

Conspiraciones, manipulaciones y otras historias para no dormir

La tesis de que Marcos ejerció de caballo de Troya para el PSP no es nuestra, mas hay suficientes elementos que apuntan en tal dirección y que no podrán ser verificados dada la ausencia de los archivos mencionados. En el juicio nunca se cuestionó el ingreso de Marcos Rodríguez, desde México, directamente al PSP sin pasar por la Juventud Socialista. Aunque pueda sonar extraño, este tipo de saltos solo ocurrían ―como se infiere de las memorias de Isidoro Malmierca―, cuando se producían labores de inteligencia fundamentales para la organización.

¿Fue su acceso directo al Partido un premio a los servicios prestados? ¿Qué méritos pudo acumular Marcos Rodríguez para ser aceptado cuando se encontraba en México, en situación precaria y sin ningún medio que aportar a la causa partidista? ¿Sería su labor como informante en la Universidad a través del acercamiento a los grupos de teatro y al núcleo intelectual del Directorio? Por extensión, ¿se podría interpretar su delación a Ventura ―como juzgó el tribunal en 1964― una labor estratégica para el PSP?

El comunismo latinoamericano tenía tres grandes polos en el escenario de la Guerra Fría: México, Buenos Aires y La Habana. Al salir de Cuba, y tras una breve estadía en Costa Rica, Marcos Rodríguez sigue rumbo a la capital argentina. Desde allí llega a la puerta del matrimonio Ordoqui-García Buchaca, en México, con una solicitud de ayuda para traer unas armas desde Buenos Aires.

¿Los veteranos comunistas aceptaron, violando las normas básicas de compartimentación partidista, e incluyeron en su núcleo familiar a este joven sin informar al Partido, ni pedir señas de su pasado? O acaso lo hicieron cumpliendo instrucciones del mismo.

Por su parte, ¿sería la necesidad del aparato de inteligencia del Partido de controlar de cerca al matrimonio Ordoqui-García Buchaca lo que provocó el acercamiento de Marcos a ellos? Entre las características de los militantes comunistas resaltaba su estricto control de la información y el hermetismo de sus cuadros y afiliados. ¿Es lógico que dos comunistas del núcleo duro del Partido, bien conectados con el aparato militar de Moscú, que se encontraban en México en una situación de congelamiento de la militancia, en un limbo político, violasen la disciplina de la organización admitiendo a Marcos en un círculo de colaboradores donde estaban, entre otros, José Abrantes, Clementina Serra, Osmani Cienfuegos, Emilio Aragonés y Alfredo Guevara?

¿Cómo consiguió Ordoqui la aprobación a su solicitud para el ingreso de Marcos al PSP cuando ni siquiera recibía para sí la orden de regresar a Cuba? Para finalizar, ¿al asumir toda la responsabilidad en los juicios de 1964, exonerando con ello al PSP de la carga política que significaba la delación de Humboldt 7, cumplía Marcos Rodríguez su última misión?

Marcos Rodríguez (Deena Stryker Photographs-Duke University)

El Partido agradecerá estos servicios designándole como abogado defensor a uno de los juristas-penalistas más identificados con las causas sindicales y comunistas desde los años treinta. En cambio, para el DR, incluso el propio juicio creará un cisma definitivo entre las dos declaraciones ―discordantes entre sí― del comandante Chomón, y los testimonios de otros miembros del Directorio, como Jimenito o Julio García Olivera, quiénes mantuvieron todo el tiempo sus declaraciones.

El hecho está marcado por el dolor y el desgarro de generaciones, desde Marta Jiménez a su hijo; pero también por el gran espectáculo de prestidigitación que fue el segundo juicio, televisado y difundido por todos los medios como demostración de poder, pleitesía y mensaje de la máxima dirigencia a cualquier ciudadano, miembro o no de las organizaciones políticas. Aquella alerta al mundo cultural de «Dentro de la Revolución, todo; fuera de la Revolución, nada», se extendió como un manto de acero desde entonces. Según la personalidad de Fidel Castro: lo que se muestra nunca es todo lo que ocurre, pero sí es, desde luego, un mensaje directo sobre lo que vendrá.

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* Este texto ha sido escrito por Aries M. Cañellas Cabrera y Ernesto M. Cañellas Hernández.

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Foto de portada: Gonzalo Morán, tomada del blog CUBALOGOS.

Aries M. Cañellas Cabrera

Licenciado en Filosofía e Historia. Profesor e investigador.

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