Políticas económicas fallidas y gobierno empobrecedor en Cuba

El economista y Premio Nobel neerlandés Jan Tinbergen, en su libro Política Económica (1961, Fondo de Cultura Económica de México), explicó que la misión principal de esta consiste en la «manipulación deliberada de cierto número de medios con el objeto de alcanzar ciertos fines». Para Tinbergen, sin embargo, debería encaminarse a maximizar el bienestar de la sociedad. Parece una «verdad de Perogrullo» pero no lo es, pues, tal y como demuestra la realidad, la política económica suele estar determinada por la corriente ideológica predominante en los gobiernos y responde a los intereses de las clases sociales dominantes.

Aunque cualquier gobierno debiera tener como objetivo principal contribuir al mejoramiento del bienestar, es común que los intereses de los grupos de poder y la ideología dominante se impongan al bienestar social. Ello es camuflado con la narrativa de que lo que hacen conducirá al mejoramiento del nivel de vida o al desarrollo en un futuro, que muchas veces se pierde en un horizonte de promesas incumplidas.  

El discurso de muchos gobiernos afirma que sus políticas tienen como objetivo «beneficiar a la sociedad» o «hacer a sus países grandes de nuevo» o «construir un “socialismo próspero y sostenible”» ―por solo mencionar ejemplos recientes―, cuando los objetivos reales se reducen en unos casos a establecer, y en otros a mantener o consolidar un poder totalitario e indiscutido, con todo lo que ello traduce en términos de prebendas para los grupos dominantes.

La mejor manera de determinar la efectividad de las políticas económicas, es analizar el comportamiento de los principales indicadores económicos y sociales. Aun cuando el bienestar social abarca muchas más cuestiones que los resultados económicos, el buen desempeño de la economía es condición necesaria del avance de cualquier sociedad.

Una política económica que tenga por objetivo mejorar el bienestar social, debería lograr ―como mínimo― que la producción de bienes y servicios crezca de forma sostenida a tasas relativamente altas; crear empleos de alta calidad en los que predominen mayor complejidad tecnológica y creación de valor; estabilidad y equilibrio macroeconómico, lo que implica sostenibilidad fiscal, estabilidad de precios y una saludable posición financiera y comercial externa; así como la reducción de la pobreza; el avance de la justicia distributiva y el cuidado del medio ambiente.

Ninguno de estos aspectos caracteriza hoy a la economía cubana, inmersa en su peor crisis estructural, al punto de que el país se enfrenta a un colapso total que podría llevar a su inviabilidad como Estado soberano.

Itinerario sucinto de errores en política económica

Desde 1959, la política económica ha sido el punto más débil de los equipos de gobierno en Cuba. Los avances sociales que indudablemente se lograron en las primeras décadas, no estuvieron sustentados en un desempeño eficaz de la economía, sino ―sobre todo― en la permanente transferencia de recursos, en forma de ayuda económica, procedente de la extinta Unión Soviética.

Se cometieron desde el inicio gravísimos errores de política económica que habrían conducido al colapso de no ser por esa ayuda, soportada gracias a una alianza política que respondía a intereses estratégicos de ambos gobiernos. Si bien el análisis detallado de aquellas determinaciones resulta crucial para comprender el actual nivel de desastre, me concentraré en las políticas económicas fallidas más recientes. Sin embargo, por sus ulteriores efectos nocivos, mencionaré algunas medidas adoptadas antes del llamado Período Especial.

Entre los principales errores cometidos desde los años sesenta hasta los noventa, pueden incluirse algunos que fueron reconocidos por Fidel Castro en su Informe al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba (1975), y que, a pesar de ello, se reiteraron con posterioridad.

En aquel entonces, además de reconocer el idealismo, el voluntarismo y no tomar en cuenta la experiencia de otros países, Fidel Castro resaltó que «los recursos no han sido utilizados al máximo»; que la «gestión económica no ha sido todo lo eficiente que podía haber sido»; que «los métodos de dirección de la economía que se han aplicado no han sido los mejores posibles», y que los «cuadros administrativos no tienen, por lo general, la necesaria preocupación por las cuestiones referidas a los costos y en general a la eficiencia de la producción». Llegó a afirmar: «En la conducción de nuestra economía hemos adolecido indudablemente de errores de idealismo y en ocasiones hemos desconocido la realidad de que existen leyes económicas objetivas a las cuales debemos atenernos».

Al listar los principales errores cometidos antes y después de aquel informe, podrían mencionarse, entre otros:

  • Estatización casi total de la economía.

  • Imposición de un sistema de administración centralizada que ha resultado y sigue siendo ineficaz en la asignación de recursos e incapaz en la planificación de la economía.

  • Asfixia de los mercados.

  • Destrucción del tejido empresarial privado del país.

  • Sometimiento de los productores agrarios a metas subjetivas de planes elaborados con base a los deseos de los dirigentes y no a los recursos disponibles.

  • Eliminación de la convertibilidad real del peso cubano.

  • Supresión de los instrumentos financieros para la medición de la gestión empresarial estatal.

  • Eliminación del control de los presupuestos del Estado y la monetización sistemática de los déficits.

  • Dilapidación de la inmensa ayuda económica externa recibida, en proyectos faraónicos que no se ajustaban a las realidades del país;

  • Sustitución de un socio económico preferente por otro, sin lograr la necesaria diversificación de las relaciones económicas externas.

  • Retirada voluntaria de los organismos multilaterales de crédito.

La lista es mucho mayor, pero estos ejemplos son suficientes.

El derrumbe del sistema socialista mundial demostró la inmensa vulnerabilidad externa y la significativa dependencia de la economía cubana respecto a aquellos países. Como resultado, Cuba enfrentó el llamado Período Especial, con la desinserción y posterior reinserción deficiente de su economía en la economía mundial. Se produjeron asimismo cambios estructurales que convirtieron a una economía basada en la producción azucarera y la agroindustria, en una dependiente del turismo, la exportación de servicios profesionales y las remesas familiares provenientes del exterior.

En estos momentos la agroindustria azucarera prácticamente ha desaparecido; la producción agropecuaria no es capaz de asegurar las necesidades de alimentación interna; la industria manufacturera está en situación calamitosa; el turismo ha descendido, tanto en ingresos como en visitantes, ante la evidente pérdida de interés en un país anclado en el pasado y en franco proceso de implosión; los ingresos por exportaciones de servicios profesionales siguen basados en la extracción de plusvalías generadas por los especialistas que cumplen misiones en el exterior; y las remesas sufren el efecto de las medidas restrictivas del gobierno de Estados Unidos, de los problemas económicos que sufren las familias emisoras, además de que una gran parte de los receptores ha abandonado la isla en una de las mayores sangrías migratorias, al punto de producir un descenso real de la población.

Este panorama caracteriza a una economía inviable, no solo para asegurar el desarrollo del país, sino incluso para su sobrevivencia independiente.

Efectos de las políticas económicas fallidas

Aunque el gobierno cubano se niega a divulgar estudios sobre pobreza y a permitir su realización independiente, el empobrecimiento de la mayor parte de la sociedad es real. La demostración palpable de esta tragedia se constata en que los salarios de la mayor parte de los trabajadores son insuficientes para suplir sus necesidades básicas de consumo y existe una brecha insalvable entre el costo de la vida y el ingreso promedio de las familias a partir del trabajo.

Por su parte, los ingresos por jubilación de la mayoría de los pensionados ponen a este sector poblacional significativo en condiciones de pobreza crítica. La «lucha por la sobrevivencia» se ha convertido en la actividad cotidiana de los cubanos, ante una escasez generalizada de alimentos, sistemáticos cortes de energía eléctrica, ausencia de transporte público; escasez de medicamentos; roturas de implementos médicos que dificultan diversos procedimientos; escasez y dificultades para la reparación de viviendas; problemas constructivos en escuelas y hospitales.

Cuba es un país en el que casi nada que tenga que ver con la vida de los ciudadanos funciona; excepto los mecanismos de represión al disenso. El verdadero objetivo de las políticas económicas del régimen ha sido conservar el poder a toda costa, incluso, empobreciendo más a la sociedad. Solo eso, además de una ineptitud galopante, puede explicar que las medidas económicas se hayan aplicado a pesar de las advertencias de diversos especialistas.

Lejos de adoptar medidas que contribuyan a incrementar la producción de bienes y servicios, a lograr la estabilidad y los equilibrios macroeconómicos, a la reducción de la pobreza y al mejoramiento de la posición financiera externa; el gobierno cubano ha adoptado políticas a contracorriente de dichos objetivos y ha profundizado con ello la crisis estructural que sufre el país desde la década de los noventa del siglo pasado y que en los últimos años ha adquirido carácter multidimensional.

La llamada Tarea Ordenamiento, lejos de contribuir a la estabilización macroeconómica, condujo a mayores desequilibrios monetarios y en las finanzas públicas, sin atender el problema principal de la economía cubana que es la parálisis del sistema productivo. Las restricciones con las que surgieron las pequeñas y medianas empresas han limitado severamente sus posibilidades como agentes de cambio en las relaciones económicas y en la generación de empleo productivo. La tan mencionada reforma de las empresas estatales continúa en el congelador. De igual forma, no se ha producido la imprescindible reforma del sistema de producción agropecuaria para generar los incentivos necesarios encaminados a la soberanía alimentaria y su sostenibilidad. En resumen, no se han adoptado medidas que impulsen la producción de bienes y servicios en el país.

La decisión de abrir tiendas en monedas libremente convertibles o que requieren el uso de dólares, para comercializar productos inexistentes ―incluso bienes de primera necesidad― en el mercado en pesos cubanos, ha impulsado la devaluación del peso en el mercado informal de divisas. Esto deteriora la soberanía monetaria y, como mismo ocurrió con las «tiendas de recuperación de divisas» en los noventa, profundiza la brecha de niveles de consumo entre quienes tienen acceso a las divisas extranjeras y quienes no.

Los datos estadísticos demuestran el fracaso de tales políticas económicas y el empobrecimiento de la sociedad. A estas alturas no se ha informado la variación del producto interior bruto (PIB) en 2024, lo que lleva a suponer que se trata de un valor considerablemente negativo. Estos resultados ya no serían directamente atribuibles a la pandemia, pero seguramente serán endilgados por la propaganda oficial a las sanciones económicas de Estados Unidos, que si bien afectan a la economía cubana ―como he afirmado en otras ocasiones―, no son responsables del colapso actual.

A pesar de la carencia de determinados datos, pueden realizarse cálculos con base a los publicados por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información de Cuba (ONEI)* en varios de sus Anuarios Estadísticos entre 1990 y 2023, donde es apreciable que el PIB creció solamente a un ritmo promedio anual de 1,2%.

Sin embargo, entre 2019 y 2023, la tasa de variación promedio anual resultó de -2,1%. Esto equivale a como si cada año el principal indicador de desempeño económico se contrajera en esa magnitud. En términos constantes, el PIB de Cuba en 2023 era todavía inferior en un 11,1% al de 2019.

Por otra parte, una serie de indicadores económicos muestra la gravísima situación del país. La relación existente entre la formación bruta fija de capital y el PIB en términos constantes, promedia entre 2019 y 2023 un 15,8%, y a precios corrientes un 20,4%; ambos resultan insuficientes para asegurar un crecimiento económico sostenido.

Adicionalmente, los gestores de política económica han persistido en la decisión de concentrar las inversiones en el sector hotelero e inmobiliario, mientras se destinan proporciones considerablemente menores a sectores productivos como la industria manufacturera y la agricultura, y a sectores sociales como Educación, Salud y asistencia social.

La producción de la industria manufacturera en 2023 representaba solo 46,8% de la alcanzada en 1989, mientras la producción azucarera representó apenas el 4,6% del nivel alcanzado en aquel año. En ese período, entre todas las ramas de la industria, solo la tabaquera superó escasamente, en 2019 y 2020, los niveles de 1989; la de bebidas solo en 2019 y la de muebles superó los niveles de aquel año. Las demás actividades industriales han tenido desempeños inferiores a los de hace treinta y seis años.

La crisis del sector agropecuario resulta evidente en la vida cotidiana y sus estadísticas son lamentables. De acuerdo con las cifras de la ONEI, todos los tipos de producciones agrícolas en 2023 resultaron considerablemente inferiores a los de 2019. Ni uno de los renglones superó los ya bajos niveles alcanzados en 2019. La producción per cápita de viandas y hortalizas en 2023 fue de 43,1 libras, mientras en 2019 había sido 80,6, que ya era insuficiente.

Las cabezas de ganado vacuno y ganado porcino continúan la tendencia al descenso, igual que la producción de leche. La disminución de aves resulta dramática si se considera que, de 35,3 millones de unidades en 2019, quedaban solo 5,5 millones en 2023; mientras la producción de huevos pasó de 2.528 millones de unidades en 2019 a 1.223 millones en 2023. A esto se suma que la producción de huevos por gallinas ponedoras pasó de 226 en 2019, a 193 en 2023.

Por otra parte, la vulnerabilidad externa de la economía resulta evidente al observar que ―a precios corrientes― las importaciones pasaron de representar un 9,6% de la oferta global en 2019, a un 39,3%. Precisamente, debido al colapso de sus sectores productivos, el país requiere importar la mayor parte de los bienes que necesita, pero sus importaciones no son mayores pues la economía no es capaz de generar las divisas necesarias en sus sectores exportables o a través de corrientes de inversión extranjera directa.

Ante las dificultades de acceder al crédito internacional, debido a las sanciones económicas estadounidenses y a la falta de credibilidad en la capacidad de pago del Estado cubano; las exportaciones de bienes y servicios se convierten en el límite posible para acceder a importaciones.

Mientras tanto, brillan por su ausencia políticas que favorezcan el emprendimiento productivo y la sustitución de importaciones a través de la expansión del sector privado, única alternativa posible dadas la parálisis e ineficiencias del sector productivo estatal. En consecuencia, la balanza comercial de bienes y servicios, que resulta de restar las importaciones a las exportaciones ―aun calculada a las irreales tasas de cambio oficial―, muestra déficits sostenidos y crecientes de -2.326 millones de dólares en 2021; -3.398 millones en 2022 y -7.641 millones en 2023, lo cual lleva a suponer un incremento del endeudamiento.

El comportamiento de la balanza de pagos internacionales y la situación de la deuda externa son también informaciones no ofrecidas por las autoridades cubanas de manera plena y actualizada. Las últimas cifras reportadas corresponden a 2020. Sin embargo, de acuerdo con mis cálculos, la relación entre la deuda externa y las exportaciones de bienes y servicios pasó de un 66% en 2005, a un 225% en 2020.

No menos importantes resultan los datos que evidencian el deterioro del nivel de vida de la población. La inflación oficialmente reportada muestra un valor acumulado de 164,9% entre 2019 y 2023; no obstante, existen dudas razonables sobre la metodología utilizada para calcular este indicador, que no tiene en cuenta adecuadamente los precios reales a los que la población debe adquirir muchos productos y que son consecuencia de la dolarización promovida por el gobierno.

Entre 2019 y 2023, el consumo de los hogares ha tenido una variación promedio anual de -1,5%. El valor del consumo de los hogares entre 2020 y 2023 resulta inferior al alcanzado en 2019, que tampoco era el adecuado. Comparando ambos años, el gasto de consumo de la población resultó un 6,5% inferior al alcanzado en 2019.

En cuanto a los sectores de Educación, Salud pública y asistencia social, entre 2019 y 2023 muestran tasas de variación promedio anual de -1,3 y -3,6 respectivamente. Esto confirma el abandono gubernamental de sectores sociales prioritarios en otra época para la política económica y social.

Alternativas ante un gobierno empobrecedor

Además de lo que puede observarse empíricamente, el análisis de datos indica a las claras que el gobierno cubano no ha logrado mejorar el bienestar de la sociedad. Por el contrario, sus políticas económicas fallidas han conducido a un deterioro generalizado de la economía; a un peligroso incremento de la dependencia externa y al empeoramiento de las condiciones de vida de la población, hasta la imposibilidad de asegurar los mínimos requerimientos de subsistencia, lo cual, en el caso de la mayor parte de los ancianos y personas jubiladas, resulta especialmente grave porque las está sometiendo a una situación de pobreza crítica.  

Tal situación llevó a una estampida migratoria que ha puesto al país en situación de crisis demográfica, lo que tendrá efectos negativos sobre las posibilidades futuras de recuperación económica. Mientras tanto, el discurso oficial persiste en responsabilizar de todo a las sanciones económicas estadounidenses ―que existen desde hace más de seis décadas― y no admite el carácter fallido y empobrecedor de sus políticas.

En los países en que son respetadas las libertades políticas y los pueblos tienen derecho real al voto, cuando los gobiernos no funcionan o funcionan mal, existen mecanismos legales para cambiarlos de forma pacífica. Para ello, claro está, es necesaria la existencia de alternativas políticas.

Para que se produzcan cambios económicos en Cuba que conduzcan al mejoramiento del bienestar social, se requieren cambios institucionales y políticos que conduzcan a una sociedad verdaderamente democrática, con justicia social y en la que se respeten plenamente las libertades civiles y los derechos humanos.

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* Todas las cifras mostradas y los cálculos realizados por el autor se basan en el Anuario Estadístico de Cuba, edición 2024. Para calcular la tasa de variación del PIB entre 1990 y 2023 y construir la serie estadística, fueron utilizados varios Anuarios.

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Imagen principal: Sasha Durán / CXC.

Mauricio De Miranda Parrondo

Doctor en Economía Internacional y Desarrollo. Profesor Titular e Investigador de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, Colombia.

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