El Rayo que no cesa: destacadas profesionales de la generación del treinta (III)

Calixta Guiteras Holmes resulta probablemente el único caso de las mujeres revolucionarias del treinta cuya vida no hubiera sido la que fue, de no ser por un hombre. Un hombre al que quiso por encima de los ideales de su generación: su hermano Antonio.

Cali, fundadora del Directorio Femenino y miembro del Directorio Estudiantil Universitario (DEU) del 30, fue una de las mujeres que sostuvo la inmensa bandera cubana que usaron como única arma en la manifestación del 3 de diciembre de 1930. Sería asimismo una de las pocas que participó en intentos de magnicidio y de las que aguantó la represión hasta bien entrado 1932.

Quizá no hubo en aquella gesta dos visiones más parecidas, y a la vez opuestas, de solución al problema nacional que la del DEU del 30 y la de Antonio Guiteras. Ambas partían del nacionalismo, el antimperialismo y la independencia económica como principios para la soberanía patria. La diferencia estribaba en que el DEU, muy anticomunista, rechazaba de manera tajante la propuesta guiterista de un socialismo de estado ―que en realidad nada tenía que ver con el comunismo ruso, ni era simpática a los comunistas cubanos.

Cali, como muchos, pasó de una a la otra con naturalidad, al cambiar su sueño estudiantil de patria por el de su hermano. Algunos, como Ivo Fernández, Ladislao González, o José Miguel Irisarri, no fueron cuestionados por ello. Mas Calixta sí. Inés Segura le reconoce todos sus méritos revolucionarios; sin embargo, no la considera miembro de lo que ella denomina: «la generación del 30», por haber seguido el camino de su hermano y alejarse de las posiciones del DEU.

Mostrar la profunda relación de afecto y camaradería entre ambos hermanos escapa a los objetivos de este artículo. Dos anécdotas podrían ayudar a entenderla: cuando en 1932 Calixta iba a ser juzgada por su participación en el intento de magnicidio y en el atentado a Miguel Calvo, jefe de los «Expertos» (Policía política machadista), Tony se traslada clandestinamente, en vísperas del juicio, desde Oriente a La Habana para «entrevistarse» con el único testigo de la fiscalía. Al otro día el hombre cambió su testimonio. Dos años más tarde, cuando el plan para el secuestro del millonario Eutimio Falla estuvo listo, Cali se encontraba presa nuevamente, esta vez en el Castillo del Príncipe. Tony decide que sin ella no hay acción y, como quien va a la esquina por pan, propuso asaltar la cárcel para liberarla. Por suerte fue liberada antes.

La identificación de Cali con los ideales de Antonio, motivó su exilio definitivo en 1935, luego de los sucesos del Morrillo donde él fuera asesinado. Ahí comienza su «otra vida», la de una cubana que logró insertarse con éxito en la academia mexicana de Antropología y Etnografía. En México, Calixta Guiteras Holmes es referente obligatorio en el campo de las investigaciones Mesoamericanas. Según Google Scholar, solo en los últimos cinco años ha sido citada o mencionada en más de ciento cuarenta trabajos de primer nivel.

Calixta Guiteras Holmes

Siempre dividida, jamás ha sido reconocida en toda su magnitud. En Cuba fue borrada del historial revolucionario; en el país azteca fue solo la académica a la que el Colegio Mexicano de Antropólogos honrara póstumamente en velada especial de esta manera: «La recuerdo ahora, vivamente, exponiéndonos con maestría las culturas de los haidas, los kwakiutl, los iroqueses, los samoanos, los aínos, loe ruwa'la, los hopig, los fueguinos, en fin, tantos grupos étnicos, entusiasmo y precisión analítica, con matizado conocimiento y estimulante forma de expresión».

Tan importante fue en tierras aztecas, que cuando falleció, el lunes 19 de septiembre de 1988, a los ochenta y tres años, la embajada de aquel país en Cuba cursó un telegrama oficial al Colegio Mexicano de Antropólogos. 

En la historiografía cubana posterior a 1959 apenas existe presencia de Calixta. Incluso, en el museo Guiteras, enclavado en Pinar del Río, no existe una sala dedicada a ella, habiendo sido la que facilitó gran parte de la colección en memoria de Tony.

Delia Echeverría, una miss de armas tomar

Delia Echeverría fue una de las fundadoras del DEU femenino y participante en la manifestación anti-machadista del 3 de diciembre de 1930, entre otras actividades revolucionarias por las que incluso cumplió prisión. Sin embargo, nunca podrán estos autores entender por qué un alma artística como ella estudió la carrera de Farmacia.

Su vida estuvo ligada al arte, la educación y la reivindicación femenina. Graduada del Conservatorio Bach ―que dirigía la maestra española María Muñoz de Quevedo, una de las anfitrionas, junto a Delia, de Federico García Lorca en su visita a Cuba―, sería integrante de la directiva de varias asociaciones musicales, como la Sociedad de Música Contemporánea o la Sociedad Musical Universitaria (de la que fue presidenta y fundadora), y miembro de diversas agrupaciones corales.

El sábado 26 de mayo de 1934 fue elegida «Miss Universidad» en el primer certamen de ese tipo celebrado en el alto centro de estudios ―donde era jurado el Dr. Fernández Concheso, esposo de Zoila Mulet como vimos en el artículo anterior. Gracias a ello recibió una amplia cobertura y atención de la prensa, que emplearía en recabar apoyo e impulsar la creación de la Sociedad Musical de la Universidad. Durante los dos años que tenemos constancia de la existencia de dicha asociación, participaron en sus actividades mensuales importantes exponentes del arte cubano, como la Orquesta de Cámara de La Habana, el maestro José María Chacón y Calvo, o María Muñoz.

Delia Echeverría

A fines de 1934, Delia Echeverría conoció a Antonio Guiteras, quien llegó a refugiarse en su casa. Comienzan a raíz de ello una relación amorosa, que de cierto modo la condenaría, en la historiografía posterior al 59, a la condición de «novia de Guiteras». Sobre todo, porque gran parte de la obra que en pro del arte y la cultura nacional desarrollara Delia durante la República, la realizó desde la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, que dirigiera su cuñado, Aureliano Sánchez Arango.

Delia estuvo, junto a Zoila Mulet, en la fundación del Patronato de las Artes Plásticas; en sus inicios una asociación femenina en la cual los hombres tenían voz, pero no voto. Fue ella la mano solidaria tendida a los pintores Carlos Enríquez, Fidelio Ponce, y a los artistas españoles emigrados.

Integró asimismo la primera agrupación coral del país, y apoyó decisivamente la difusión de este movimiento en la Isla. Llevó la enseñanza de la guitarra a los barrios marginados y logró el rescate del Ballet Nacional de Cuba ―de cuya directiva formó parte, que tengamos noticia, al menos hasta mediados de los sesenta.

Junto a Lula Horstman y Sarah del Llano, fue Delia una de las miembros de aquella generación que creyó firmemente en el discurso de antimperialismo y reivindicación nacional de la revolución triunfante. Su nombre está estrechamente ligado a la fundación de la FMC y a la transformación de la antigua sede de la Asociación de Escritores y Artistas Americanos en la Casa de Las Américas.

Inés Segura Bustamante, el espíritu inextinguible

A través de una llamada telefónica, una madre despide a su hijo. No sabe si volverá a escuchar su voz. Lo esperan las balas y las arenas de Playa Girón. Varios hijos y sobrinos de miembros de la generación del 30 cruzan sus ideas con la pólvora de por medio. Inés Segura Bustamante sigue como puede el conflicto desde Miami. Usa todos los medios disponibles, incluso el de las amistades «que se quedaron».

Su único hijo se convierte en uno de los trofeos de la fracasada invasión. Carlos Manuel de Varona Segura llenará de orgullo a su madre al confrontar, en el juicio televisado, a sus acusadores. Su padre, Manuel Antonio de Varona ―miembro del DEU y primer Ministro del gobierno de su padrino Carlos Prío―, es uno de los principales organizadores de la acción anticastrista.

Aquel bautizo de sangre del 30 de septiembre de 1930 parece perseguir a una generación que no dejó de luchar. Incluso cuando Prío, uno de los suyos, fue presidente, no dejaron de sentir cercana la violencia.

Exactamente a cincuenta años del infausto día en que murió Rafael Trejo, primer estudiante mártir de la revolución anti machadista, algunos miembros del DEU se reunían en Miami. Solo Silvia Martel e Inés Segura Bustamante estarían representando a las valerosas mujeres de aquella generación.

Al acercarse a la historia, el escribidor no puede dejar de empatizar a veces. Posiblemente ello no sea correcto, pero hay historias que deben ser contadas desde el sentimiento, más allá de un número de lápida o una fecha. Inés Segura Bustamante fue profesora titular durante veintiún años en la facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, y también profesora agregada de la cátedra de Derecho ―supliendo ocasionalmente al Dr. Roberto Agramonte.

Una vez alguien dijo que un intelectual es de por sí un oposicionista permanente. Mientras Lula Horstman y Sarah del Llano ocultaban jóvenes revolucionarios en la iglesia de Bauta, con ayuda del padre Ángel Gaztelu; Inés Segura Bustamante continuó ejerciendo el magisterio desde su cátedra. No se le puede acusar de pro batistiana, mucho menos de fidelista, e incluso tomó distancia de los despojos del autenticismo que quedaron tras el cuartelazo del 10 de marzo. Los confrontó a todos.

A su manera, como todas aquellas vigorosas mujeres del DEU, siguió militando en la oposición desde la segunda línea que le brindaba su cátedra. En la Facultad de Letras y Filosofía compartió espacio durante años con Vicentina Antuña y su antigua compañera de los años 30, Mercedes Labourdette.

En los primeros meses del 59 se le ofrecieron varios cargos de importancia en la reorganización del país. Desde la vicepresidencia de la Federación de Mujeres Cubanas hasta puestos en los nuevos ministerios del Gobierno revolucionario. Inés Segura Bustamante los rechazó todos.

Ya había dejado años antes el puesto de Secretaria de la presidencia de Prío por considerar traicionados los principios cívicos del DEU del 30. También había rehusado las propuestas de su antigua compañera de presidio Zoila Mulet ―designada por Batista frente al Ministerio de Educación en 1955― cuando quiso contar con ella para sus campañas educativas.

Inés Segura Bustamante fue quizás la más respetada y reconocida integrante del DEU del 30 en su campo profesional. Su currículum estuvo al servicio de sus ideales y no cedió a la recompensa fácil cuando pudo hacerlo.

Es necesario consignar que Inés Segura es también graduada del Conservatorio de Música Orbón y fue una prolífica compositora, aunque pocos temas de su autoría fueron grabados. Además se graduó también de la Escuela de Pintura y Escultura San Alejandro.

En la Nochebuena de 1960 abandonaba Cuba, menos de un mes después su hermano, teniente fiscal del Tribunal Supremo, también tomaba rumbo al exilio. Miami no era La Habana, ni siquiera Little Havana podía ser un suburbio del Cerro, pero es lo que le tocó a una generación que nació para oponerse, luchar y exiliarse.

Inés Segura falleció en 2002 en la ciudad de Miami. Tenía entonces noventa y tres años. Como muchos de sus compañeros de generación, está enterrada en el Woodland Park Cementery. En su lápida, al igual que en la de Prío, se lee: «Miembro del DEU del 30». 

Fue ella una de las más polifacéticas entre aquellas mujeres que ejercieron toda su vida un feminismo activo. Pasados los setenta, continuaba defendiendo sus ideas en la Junta Patriótica de Cuba, porque, como dejará escrito, «(algunos de nosotros) todavía luchamos por Cuba, como entonces, como siempre...».

Hay cientos de relatos ocultos en la historia de la nación cubana. Ninguno tan maltratado y desvirtuado como la labor de las mujeres en la gestación de una república plural, compleja en lo político pero rica en su legado cívico y cultural.

En 1891 José Martí escribió «EI vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino!», Así se debe contar nuestra historia, sin el artificio y la manipulante omisión que ha caracterizado al relato posterior a 1959.

Esta investigación es un ejercicio de agradecimiento a la mujer cubana, que ha sabido estar siempre a la altura de las necesidades del país. Ellas han sido parte fundamental de la raíz espiritual de la nación, en una doble lucha permanente, y aún hoy continúan ejerciendo una vanguardia oposicionista frontal ante las dictaduras.

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* Este texto ha sido escrito por Ernesto M. Cañellas Hernández y Aries M. Cañellas Cabrera.

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