México y su diáspora: Dos caminos, un mismo origen. Una lección para Cuba

Como era su costumbre, el viajero regresaba al Kilómetro Cero del Capitolio de La Habana. No era un lugar cualquiera: era donde las historias se cruzaban, donde la nostalgia de los que se fueron se entrelazaba con la espera de los que se quedaron.

Una tarde, el viajero se detuvo junto a la Estatua de la República y dejó que el viento le contara historias. Escuchó los ecos de un país partido en dos: la Cuba de los que habitan la isla y la Cuba de los que la llevan en la memoria. Pensó nuevamente en el conflicto cubano.

—¿Por qué un país teme a sus hijos? —susurró.

No hubo respuesta. Solo el silencio de un país que durante décadas había mantenido las puertas cerradas para los que se habían ido.

Repentinamente recordó a México. Esa nación hermana también tenía hijos lejos, millones de ellos. Pero en vez de considerarlos extraños, los llamó suyos. La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum ha enfatizado recientemente: «Nuestros paisanos y paisanas (en EEUU) son héroes y heroínas, trabajadores que apoyan a sus familias y a la economía de México, pero también, que se escuche bien y fuerte, contribuyen a la economía de Estados Unidos». En resumen:  Les permite votar, invertir, regresar: «ustedes son parte de nosotros».

El viajero sacó su libreta y anotó de prisa:

México y Cuba: Dos formas de tratar a su diáspora

1. Relación con la diáspora:

  • México: Su diáspora es reconocida como parte esencial de la nación.

  • Cuba: Su diáspora ha sido vista con desconfianza y se han limitado sus derechos.

2. Las remesas:

  • México: Son una fuente clave de desarrollo económico.

  • Cuba: Son vitales para las familias, pero están bajo el control estatal.

3. El derecho al voto:

  • México: Los mexicanos en el extranjero pueden votar en elecciones nacionales.

  • Cuba: El voto es un derecho formal y limitado a un sistema sin opciones plurales.

4. La integración nacional:

  • México: Los migrantes pueden volver, invertir y contribuir sin obstáculos.

  • Cuba: Los migrantes han enfrentado restricciones y estigmatización.

El viajero suspiró. La diferencia era clara. México había comprendido que su gente no deja de ser mexicana por cruzar una frontera. El Palacio de la Revolución, en cambio, aún veía a los suyos como extraños, como sombras incómodas. Levantó la vista hacia los Pasos Perdidos y sintió que las estatuas le devolvían la mirada.

 —¿Y si el Palacio de la Revolución hiciera las paces con su diáspora? ¿Si entendiera que un país es más grande que sus fronteras?

Se quedó en silencio, dejando que las preguntas flotaran en el aire. Sabía que las respuestas no vendrían de inmediato, pero también sabía que el primer paso de un viaje siempre comienza con una pregunta. Antes de irse, anotó una última reflexión en su libreta:

«La historia de una nación no se escribe con miedo. Se escribe con puentes, con diálogos, con el reconocimiento de que todos, los que están y los que se fueron, son parte de un mismo destino».

Mientras caminaba, el viajero recordó la historia de un hombre que partió de su país y encontró un hogar en tierras lejanas.  Aquel hombre no dejó de ser quien era, solo sumó nuevas experiencias a su identidad. Un día, quiso volver, pero las puertas de su tierra natal estaban cerradas para él. No por lo que había hecho, sino por lo que representaba: el miedo de un gobierno a perder el control sobre su pueblo.

El viajero pensó en la paradoja: el gobierno cubano necesita a su diáspora tanto como la rechaza. Sin las remesas, sin las visitas, sin los lazos que aún unen a la isla con el exterior, su economía colapsaría. Sin embargo, se aferra a la idea de que quienes se fueron representan una amenaza, en lugar de reconocer que podrían ser parte de la solución.

—Pero los países no se sostienen con miedo —murmuró.

Se detuvo bajo la imponente cúpula una vez más. Imaginó un futuro en el que los cubanos en el exterior pudieran votar, invertir sin trabas, regresar sin ser tratados como forasteros; un futuro en el que la diáspora no fuera un enemigo, sino un aliado en la reconstrucción de la nación.

Quizás un día, el Palacio de la Revolución comprendería que el aislamiento no es una estrategia viable; que un país no es solo su territorio, sino su gente, esté donde esté. El viento sopló con suavidad, como si le diera la razón. El viajero sonrió y guardó su libreta. Sabía que volvería en quince días. Porque las historias no terminan, solo esperan ser contadas de otra manera.

Finalmente rumio sus ideas. «Sin la avenencia de los cubanos todos: de la Cuba Isleña y las Cubas Continentales, el Palacio de la Revolución no tiene salida. Solo puede, eso sí, medrar de la autofagia de Cuba. Conversen, aún tienen oportunidad».

Antes de marcharse, sonrió y murmuró con una expresión de complicidad: lectores, nos encontramos en 15 días, en el próximo capítulo de meditaciones y mensajes desde el Kilómetro Cero. No nos concentraremos tanto en el problema, sino en experiencias pragmáticas: como escapar del conflicto estéril, mediante conversaciones, pactos y consensos. Tal como es regla en esta serie, nos apoyaremos en datos y experiencias orientadoras.  chao...

Perdón, perdón… Casi olvido que hemos creado un KM CERO del Capitolio virtual en WhatsApp —una idea independiente a CubaXCuba—, donde podremos encontrarnos para seguir charlando sobre estos temas que tanto nos convocan en un foro que será moderado. Si tiene propuestas y respeta las de los demás, las puertas de nuestro Salón de los Pasos Perdidos virtual esperan por usted. Solo tienen que tocar  en el enlace de invitación que está en este hipervínculo y se abrirán de par en par. Ahora sí, chao…

Oscar Visiedo

Informático cubano. Exdirector del Centro para el Intercambio Automatizado de Información (CENIAI).

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