¿Los cubanos estamos utilizando nuestras experiencias para forjar un futuro mejor o seguimos atrapados en la frustración del pasado?

En cada encuentro del viajero con el Kilómetro Cero del Capitolio de La Habana, surge una pregunta que nos interpela como nación: ¿Estamos aprendiendo de nuestras experiencias para construir un mejor futuro, o simplemente nos aferramos a la nostalgia y el lamento del pasado?

El viajero ha visto cómo los cubanos, dentro y fuera de la Isla, se debaten entre la esperanza y la frustración. Ha sido testigo de intentos de diálogo, de estrategias para tender puentes entre los que se quedaron y los que se fueron, de consensos que intentaron nacer pero que se estancaron en la arena movediza del conflicto cubano.

En su última parada en el Kilómetro Cero, recordó un esfuerzo particularmente significativo: el Consenso Cubano de 2005. Esta fue una iniciativa de diálogo y concertación entre diversas organizaciones de la diáspora cubana en Estados Unidos, principalmente en Miami. Su propósito era generar acuerdos mínimos sobre el futuro de Cuba, más allá de las diferencias ideológicas y estratégicas entre sus participantes. En un contexto marcado por la polarización del exilio, Consenso Cubano surgió como una alternativa que promovía la reconciliación y la construcción de una visión común para una transición democrática en Cuba.

Consenso Cubano lo formaron tanto organizaciones del exterior como del interior de la Isla, que designaron sus representantes permanentes. Todos tenían los mismos derechos, lo que permitió un espacio de diálogo equitativo y sin imposiciones. Uno de los elementos clave de este esfuerzo fueron los Pilares para un Consenso Cubano, que definían principios fundamentales para una transformación política, económica y social en Cuba. Además, se propuso una Agenda Humanitaria con medidas específicas para aliviar el sufrimiento de las familias cubanas, centradas en el derecho de libre movimiento, la comunicación fluida y el envío y recepción de ayuda sin restricciones. Dentro de los pilares, hubo un punto especialmente debatido y esencial para el futuro del país:

Procuramos un futuro de reconciliación, paz y armonía y rechazamos el odio y la división. Promovemos la reconciliación, el respeto entre cubanos, el diálogo y la reunificación familiar. El diálogo que proponemos debe ser entre aquellos cubanos que estén comprometidos con alcanzar una transición no violenta hacia un gobierno de plena democratización y de libertades ciudadanas normadas por un genuino estado de derecho. Para lograr este fin, el diálogo ha de ser respetuoso, honesto, crítico, sustantivo y realista.

Consenso Cubano enfrentó resistencias tanto dentro del exilio como desde la propia estructura del poder en la Isla. Sin embargo, su impacto no desapareció: dejó un legado en la construcción de redes de diálogo que influirían en iniciativas posteriores y en la evolución del pensamiento político dentro de la diáspora. Dentro de la atmósfera de Consenso Cubano se desarrollaron proyectos incluso entre organizaciones que previamente adversaban. El respeto a las opiniones de todos era un principio rector.

Como nota de interés, baste apuntar que en más de diez años no se produjo un solo hecho mediático que reflejara rupturas.

Reunión de miembros de Consenso Cubano.

¿Qué nos detiene?

Muchos siguen atrapados en el ciclo de la queja y la melancolía, recordando el país que fue sin construir el país que podría ser. Otros han convertido la nostalgia en un negocio. Mientras el gobierno cubano rechaza a su diáspora, esta reacciona en consecuencia. Mientras los que están dentro buscan cambios, muchos de los que están fuera se han acostumbrado a vivir sin la Isla.

¿Cómo rompemos este ciclo?

De la nostalgia a la acción. El viajero se marchó del Kilómetro Cero y, al llegar al Parque Central, tomó una última nota:

«Los países no se sostienen con miedo. Se sostienen con el reconocimiento de que todos —los que están y los que se fueron— son parte de un mismo destino».

Si queremos salir del eterno lamento, debemos adoptar una visión pragmática. No basta con analizar el problema; debemos explorar experiencias concretas de cómo escapar del conflicto. ¿Podemos transformar el desencuentro en colaboración? La respuesta a esa pregunta determinará si seguimos atrapados en el pasado o si, por fin, comenzamos a construir un futuro.

Tres jóvenes lo observaron y le preguntaron en qué pensaba. Les explicó su reflexión y los tres expusieron sus ideas. Solo atinó a anotar una frase de cada uno para posterior meditación:

«Sin diálogo inclusivo y permanente, la confrontación prevalece y la sociedad se fragmenta aún más».

«El Diálogo Nacional sigue siendo la opción más viable para evitar un colapso descontrolado».

«La clave para el cambio no es la existencia de una organización única, sino el convencimiento colectivo de que el statu quo debe ser revertido».

El Viajero concluyó: «Mirar hacia atrás nos da claridad sobre lo que pudo haberse hecho mejor, pero la verdadera sabiduría radica en aplicar esas lecciones en el presente. La historia, tanto personal como colectiva, es una fuente invaluable de aprendizaje. No se trata solo de prever el futuro, sino de usar la retrospectiva para tomar mejores decisiones hoy».

¿Puede la tecnología ser la llave del cambio?

¿Cómo las redes sociales han transformado la narrativa del conflicto? ¿Quién controla realmente la información? ¿Podrá la inteligencia artificial jugar un papel en la reconstrucción de Cuba? ¿Ciudadanía Digital? Nos vemos en el próximo capítulo de esta serie de reflexiones desde el Kilómetro Cero en CubaXCuba.

Oscar Visiedo

Informático cubano. Exdirector del Centro para el Intercambio Automatizado de Información (CENIAI).

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